El derecho a decidir cosas aborrecibles

Es difícil, pero debemos estar siempre vigilantes contra quienes quieren impedir que se digan cosas, expresiones, que aborrecemos, escribió en el siglo XIX un famoso juez estadounidense llamado Oliver Holmes. La libertad de expresión debe ser muy amplia e incluir todo lo que no sea humillar o deshumanizar a las minorías o enaltecer el terrorismo. Y eso, enaltecer el terrorismo, según la directiva aprobada por la Unión Europea en 2017, se reduce a “aquello que incita directa o indirectamente a cometer actos de terror”. Las expresiones meramente políticas o intelectuales, que teorizan sobre la violencia sin practicarla y sin espolear a otros a hacerlo, según explican los abogados Eduardo Gómez Cuadrado y Daniel Maleang, de Red Jurídica, deben quedar fuera del derecho penal.

Ese mismo principio es el que debería aplicarse a la hora de analizar las actuaciones cada vez más frecuentes de algunos raperos radicales, que se caracterizan por letras incluso violentas, aborrecibles, que diría el juez americano Holmes, pero que no animan a cometer ningún acto de terror concreto. Es importante que la frontera quede claramente definida para evitar confusiones, para que cada uno sepa lo que canta y también para evitar actuaciones policiales innecesarias.

Claro que el derecho a decir cosas aborrecibles no debería ser tampoco recompensado con ningún cargo público. Una cosa es que el señor Torra, por ejemplo, tenga derecho a difundir sus teorías supremacistas, porque eso es lo que son, teorías que apoyan la superioridad de unos seres humanos sobre otros en razón del lugar donde nacieron o la lengua que hablan, y otra que alguien que piensa de esa manera alcance la presidencia de una importante institución pública. Eso sí es algo bastante serio.