Catalina de Médici
Catalina fue la mujer más poderosa del siglo XVI en Europa
Catalina de Médici
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Madrid
Ciertamente he leído por ahí que me han llamado la reina odiada. También fue querida, de alguna manera al menos. No desde el comienzo, eso es verdad. Ni tan siquiera por mi marido, al que conocí cuando supe que me iba a casar con él y que a mí me encantó mientras que él ya tenía quién le encantara: Diana de Poitiers, una de las damas de la corte, respetada, elegante y veinte años mayor que mi futuro marido.
En la relación que iniciamos, a tres, yo no era la mejor recibida. En Francia no les gustaba del todo esta italiana de familia de mercaderes, y preferían incluso a una dama como Diana. Los diez primeros años fueron complejos, porque además no aparecía descendiente alguno para garantizarme al menos no tener que volver a Florencia.
Con ella, con Diana, decidí emular a mi amado Maquiavelo y sonreir y procurar su amistad, y no parecer molesta. Mientras, iba ganandome a mi suegro, quien por cierto dicen que había ganado también los favores de la dama Diana. En esos diez años en los que no pudimos engendrar descendiente, me procuré belladona para dilatar mis pupilas, polvos para mi rostro y carmín para mis labios. Llegué incluso a tratar de copiar a la dama de mi marido en cuanto a artes amatorias se refiere.
Entre tanto, traje de Italia la moda de los perfumes, que entonces se relacionaba con la alquimia de los venenos. Vivíamos en una Europa, la del siglo XVI, en la que estaban muy de moda los tóxicos. El tabaco también llegó por entonces de América y la moda de fumar se contagió a toda la corte francesa.
- Catalina y el tenedor
Cuando llegó el primer hijo alabé a Nostradamus, que estaba en mi círculo de la corte. También pudo tener que ver una operación a la que me sometí, pero el caso es que en doce años tuvimos diez años. Tras la muerte de mi suegro, ya con descendencia, me convertí en Reina de Francia. Mi única obsesión como regente era preservar el trono para mis hijos. A la muerte de su padre, tras un desafortunado accidente, pude, lo primero, expulsar a la dama Diana de la corte y obligarle a devolver todo lo regalado por el rey.
Luego llegaron ciertas complicaciones con diferentes hijos que ascendieron al trono pero no cuajaban en él por distintas razones. Ejercí yo por tanto la regencia, mientras creaba una red de espías o de vigías, como quieran llamar, llegando a tener 150 jóvenes damas en la corte, controlando la situación.
Pero no todo se puede controlar, mis estrategias no fueron suficientes y estalló la guerra civil en Francia. Católicos, hugonotes, protestantes...ya saben... Una matanza de la que me culparon y otras tantas por todo el país. En el lecho de muerte me enteré de que mi hijo había acabado con su rival, pero también entendí que sería complicado que tuviese herederos. Meses después de mi muerte, también él desapareció, siendo asesinado. El yerno con el que quise acabar ascendió al trono ante la falta de descendientes. Los problemas para concebir se habían trasladado a mis hijos, dejando la estela del envenenamiento y el aire negro y oscuro que nos rodeaba muy marcado y fácil para pasar a la historia...
Adriana Mourelos
En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...