Los griegos rescatados

Madrid

Corina Vasilopoulos coge el teléfono a las diez de la noche desde la redacción del Diario de redactores, el periódico que fundaron periodistas en paro hace cinco años y medio. Todos los compañeros cobran lo mismo: 800 euros al mes, aunque ella aclara que es un buen sueldo para la realidad griega de hoy. Es diputada regional en Ática y, aunque entró en política con Syriza, ha abandonado el partido por la decepción de ver que ha hecho lo contrario de lo que prometió. Le preguntamos por el fin del rescate y su respuesta es clara: "Es una ilusión muy bien construida por el gobierno y por los europeos que quieren convencernos de que el problema se ha ido, pero no se va". No es la única que piensa así.

Amalia Vasilakaki le da la razón. "Vamos a seguir sufriendo. Esto de que el rescate se acaba son palabras. Seguiremos siendo un conejillo de indias", dice esta profesora de español en paro. Los griegos optaron por el inglés y el español se convirtió en un lujo que muchas familias no podían pagar para sus hijos. Sigue dando gratis clases de griego a refugiados, mientras libra su batalla contra el cáncer de pulmón que le acaban de diagnosticar. "Tengo sesiones de radio después de la quimioterapia, hay 4.500 personas antes que yo", dice, pero en sus palabras no hay crítica al sistema sanitario griego.

"La solidaridad tiene que ser contagiosa"

Amalia está orgullosa de los médicos y del trabajo de las clínicas sociales, que han sido el refugio para personas sin recursos. Allí muchos ciudadanos encontraron medicamentos gratis o asistencia psicológica. En una de esas clínicas, trabaja la psicóloga Ninetta Theotokatou. Atiende la llamada agradeciendo el interés y la solidaridad que recibieron de personas y profesionales de medio mundo. A la clínica llegó equipos y material de todo tipo. Ninetta reconoce que la emergencia social ha bajado y por eso ahora hay menos clínicas sociales abiertas. Ella sigue atendiendo en la de Jalandria, donde ella y los profesionales trabajan fieles a su lema: "Que nadie esté solo en la crisis. La solidaridad tiene que ser contagiosa".

El rescate ha dejado huella en todos los griegos, incluso en los que no han pasado por una situación extrema. Anastasia Panupulu es funcionaria en el Ministerio de Economía y ahora colabora con el partido Nueva Democracia. El rescate ha sido duro, no lo niega, pero necesario. Acaba de volver de un viaje por Europa del Este, donde ha visto infraestructuras mejorables y no puede evitar pensar que esos ciudadanos han prestado dinero a los griegos. "Soy funcionaria pública y todavía tengo un sueldo y eso no lo podríamos hacer sin la ayuda de otros países", dice esta mujer que mezcla realismo, datos y experiencia personal. Su hermano es ingeniero y acaba de salir del país con cuarenta años. Sus dos hijos y el que viene en camino crecerán fuera. No son los únicos, porque medio millón de griegos han hecho las maletas. Una cifra enorme en un país de nueve millones de habitantes.

El 'exilio económico' es uno de fenómenos que más preocupa a Matheo Angelis. Sigue ejerciendo como abogado y mantiene intacto su sentido del humor, aunque su tono cambia cuando tiene que reflexionar sobre el presente y futuro del país. El rescate era el único camino que tenía Grecia, porque "el estado se derrumbaba", dice este europeísta convencido. Piensa que los griegos han pagado el "aprendizaje de Tsipras" pero, a pesar de todo, dice "esto se acaba y lo importante es que los nuevos gobiernos mantengan la economía controlada".