Un espectáculo lamentable

Madrid

El nombramiento del nuevo presidente de Radio Televisión Española se está convirtiendo en el primer espectáculo lamentable del gobierno de Pedro Sánchez y de quien le apoyó para su elección, Pablo Iglesias al frente de Podemos.

Tras mucho tiempo criticando, y con sobrada razón, cómo el PP ha gestionado la radio y la televisión públicas, PSOE y Podemos utilizan el nombramiento de su presidente, aunque sea interino hasta que se desatasque el tema del concurso público, para pagarse favores. Mercadean con los nombres. ¿Qué buscaban o qué buscan en el candidato?, ¿su profesionalidad?, ¿su conocimiento del medio audiovisual?, ¿su currículum?, ¿su capacidad de gestión? Pues parece que no, que lo buscan es que esto me lo quedo yo y la tele te la quedas tú.

Los que tanto han hablado de la despolitización de los medios públicos politizan, igual que todos, los medios públicos. Y no se trata de los nombres que se han barajado, supongo que buenos profesionales en lo suyo, a alguno lo conozco más que a otros, pero parece difícil pasar a gestionar el mastodonte de la corporación desde la mesa de una redacción sin experiencia previa en gestión.

El nombramiento del presidente vuelve a ser el tan manido intercambio de cromos en los medios públicos, sin entender lo de la profesionalidad y la independencia. Y otra cosa, ¿de verdad que dentro de la corporación no hay nadie capaz de ocupar ese cargo? ¿Alguien que conozca y lleve años en los medios audiovisuales? ¿Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no han encontrado a nadie? Y, ¿por qué ha anunciado el nombre Pablo Iglesias y no el gobierno o el partido en el gobierno?

Y luego, estamos nosotros, la llamada profesión a la que nos parecen bien las decisiones políticas en función de si son amigos o de los "nuestros", y acabo de entrecomillar lo de "los nuestros", o no lo son. La prueba siempre es sencilla, ¿qué se estaría diciendo si el elegido fuera el responsable de política de un periódico de derechas?

La prueba del algodón la tenemos que soportar todos, no solo los políticos, aunque ellos, evidentemente, mucho más.