Enfermos de machismo
Cuatro mujeres asesinadas en apenas cuatro días no es algo que podamos archivar a título de inventario
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Madrid
No tengo ni idea de por qué pasa. Y tampoco tengo claro si los expertos conocen algún patrón de conducta que lo explique, pero cuatro mujeres asesinadas en apenas cuatro días no es algo que podamos archivar a título de inventario. Yo, desde luego, no quiero.
Se acaban de cumplir cuatro meses de aquel espectacular 8 de marzo que colocó a España en el mapa de las movilizaciones feministas, en el mapa y casi como capital del mundo, pero la letra pequeña del día a día continúa supurando ese goteo de violencia absolutamente inaceptable.
Ya no es sólo la desigualdad salarial, no sólo la brecha a la hora de pagar una vivienda o cobrar una pensión, no digamos ya la conciliación o algunas inexplicables decisiones judiciales, no es suficiente con que la cosificación general de la mujer sea todavía muy visible… No, lo peor es que en algunos casos directamente las siguen matando. Y eso es lo primero contra lo que hay que rebelarse; quiero decir no resignarse.
En los accidentes de tráfico, que se han reducido –y mucho- existe un consenso no escrito de que por debajo de determinado umbral ya no puede reducirse más el número de víctimas. Bueno, pues en el caso de las mujeres asesinadas ese razonamiento no sirve. Porque eso no son accidentes, son crímenes. Ahí no interviene el azar, ni la lluvia, ni las malas condiciones de una carretera, o haber bebido más de la cuenta; ahí interviene la voluntad, así que el objetivo ha de ser asesinatos cero; y mientras tengamos del orden de 50 mujeres muertas cada año y más de 160.000 denuncias seremos un país enfermo. Cuanto antes lo asumamos, antes nos podremos curar.