Salvar el presente con el regreso al pasado
Josep Ramoneda evalúa la nueva situación de la derecha española (PP) y catalana (PDeCAT), la relación de Ciudadanos con Casado, el papel de Marta Pascal y el adiós de Mariano Rajoy
Salvar el presente con el regreso al pasado
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Barcelona
Como ya va siendo moda en la derecha europea, el PP intenta salvar el presente con el regreso al pasado. Un líder joven con demagogia vieja, decidido a avivar las brasas cuando el fuego parecía ir a la baja. Tocaría prudencia y política, pero por lo visto ni la derecha española ni la derecha catalana lo entienden así. El PP perdió el poder, Puigdemont y sus colegas no pueden volver al país o están en la cárcel. Y unos y otros siguen pensando que la confrontación les beneficia y que en la pelea se alimentan mutuamente. Algunos lo llaman coraje. No confundan: Aristóteles decía que el coraje es el punto medio entre la cobardía y la temeridad.
Dice Albert Rivera que Casado se confunde de adversario cuando ataca a Ciudadanos. Y tiene razón: para la derecha el enemigo está en la izquierda. Pero Casado sabe que tiene que castigar a Ciudadanos para recuperar el voto que robó al PP. Y lo hace con la tranquilidad de saber que un partido de derechas como el de Rivera siempre caerá del buen lado y le echara una mano cuando lo necesite. Simplemente, Casado busca encerrar a Ciudadanos en el papel de subalterno de la derecha, pequeñito y obediente.
Guste o no, Marta Pascal, tuvo una intervención decisiva en la moción de censura que derrotó a Rajoy. Ella inclinó el voto del PDeCAT y así arrastró al PNV. Sin ella, todo podía haber sido distinto. Ninguno de los que han maniobrado contra ella, acusándola de tibia y pactista, ha conseguido tanto. Pero, en tiempos de ruido, el griterío puede más que los hechos. Guy Debord avisó hace tiempo: la conversación se muere y pronto se habrán muerto los que sabían hablar.
Mariano Rajoy nunca dejará de sorprenderme. En su discurso de despedida insistió en vanagloriarse de haber aplicado por primera vez el artículo 155 y llegó a decir que desde la Segunda Guerra Mundial nadie en Europa había tomado una decisión de esta dureza. Por algo será. Rajoy debería saber que en democracia recurrir a las medidas de excepción siempre es un fracaso: significa la incapacidad del gobernante de resolver un conflicto por los cauces normales.