Las lecciones de "Carmen y Lola"

Madrid

Me da bastante rabia esta moda que consiste en montar un pollo con cada cosa que le disgusta o le incomoda a alguien. Y me temo que a menudo los periodistas contribuimos a ese fenómeno. Así que hoy voy a intentar no seguir la corriente; me he propuesto evitar el ruido, o al menos que no mande el ruido, para contarles una historia de amor. Una historia de cine, sí….pero real como la vida misma

España tiene el honor de haber sido un país pionero en la defensa de los derechos de las personas homosexuales. Eso es así, forma parte de la historia, tiene mucho mérito, pero, ya se sabe, que una cosa son las leyes y otra la calle, la vida real. Por eso se siguen produciendo agresiones a gays, por eso se les persigue a veces al grito de “maricón”, o “tortillera”, según se tercie. Y por eso muchos jóvenes, demasiados; chicos y chicas, viven su sexualidad de forma clandestina o vergonzante; porque la intolerancia y los prejuicios siguen pesando lo suyo.

Ahí además tiene mucha importancia el contexto, el entorno. No es lo mismo una gran ciudad donde los espacios son más amplios que un pueblo pequeñito donde todo el mundo se conoce. Ni tampoco son iguales los colectivos donde uno o una se pueda mover. Si ponemos, por ejemplo, como punto de partida una relación sentimental entre dos mujeres, una pareja de lesbianas que son gitanas…. ¿qué podemos esperar? Pues lío, garantizado. Más lío seguramente del habitual, o el que pueda darse en otros ámbitos.

Eso es simplemente lo que cuenta “Carmen y Lola”, una película que se estrena este viernes….y que ha pisado algún callo porque dicen que fomenta el anti-gitanismo. Yo, sinceramente, -es mi opinión, ¿eh?- yo no lo creo para nada. Pero sí pienso que es una gran película, que es cine social del bueno porque retrata la vida y porque destila verdad. Ojalá la vea mucha gente y se proyecte en colegios e institutos.