Si esto es un libro

Si esto es un libro, con todas las letras y en toda la extensión de la palabra, lo que en él te aguarda es un viaje. Así ha sido, desde el principio de los libros, hace ya más de cuatro milenios. El primero de todos, la epopeya sumeria de Gilgamesh, narra, y no por casualidad, eso mismo: un viaje.

Su protagonista parte en pos de la inmortalidad, llega a rozarla y finalmente no la consigue. Regresa a su ciudad y, como su viaje es verdadero, el hombre que a ella vuelve no es el mismo que el que se marchó. Acepta que tendrá que morir, y se dedica a llenar de sentido los días que le restan, olvidando los excesos y despropósitos de su juventud.

Quien escribe un verdadero libro hace un viaje similar: ese hombre o esa mujer que le ponen el punto final no son ya la misma persona que lo empezó. Quien lee un verdadero libro sufre también una transformación. Y uno y otro, escritor y lector, consiguen y pierden en esa conversación en el seno de la soledad, como Marcel Proust definía la lectura, lo mismo que obtuvo y se dejó Gilgamesh en su viaje.

Como él, acabarán comprendiendo que no pueden sustraerse a la muerte, que los acabará alcanzando por igual, pero su viaje queda, en ellos y fuera de ellos, y también su metamorfosis. Ambos son el asunto incesante, y siempre nuevo, de la literatura.