Revisionismos
Para afrontar un propósito tan descabellado como ir a Bruselas a hablar mal de España con la esperanza de gobernar España algún día, es imprescindible cierta red teórica, cierta confianza en que los propios votantes aceptarán lo inaceptable.
Revisionismos
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Hace ya muchos años, Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, advirtió que era un error despreciar a los pseudohistoriadores revisionistas. Nadie le hizo caso. Los intelectuales españoles siguieron riéndose mientras se publicaban libros firmados por individuos sin aval académico alguno, que difundieron falsedades como que la guerra civil empezó en 1934, convirtiendo la revolución de Asturias en un golpe de estado para absolver a los responsables del 18 de julio del 36, o recuperaron viejas mentiras del franquismo, como que, en 1933, el presidente Azaña pidió a la Guardia Civil que disparara a la barriga de los líderes de la insurrección de Casas Viejas. Se preguntarán ustedes por qué me voy tan lejos, o tal vez no, dada la predilección del expresidente Aznar por remontarse a 1934 para explicar lo que está pasando ahora mismo. Pero creo que, sin el trabajo previo de aquel revisionismo, no se comprende el tour europeo de Pablo Casado. Para afrontar un propósito tan descabellado como ir a Bruselas a hablar mal de España con la esperanza de gobernar España algún día, es imprescindible cierta red teórica, cierta confianza en que los propios votantes aceptarán lo inaceptable. Durante muchos años, se han escrito, publicado y vendido demasiados libros que argumentaban que la izquierda española sólo ha llegado al poder a través de sucesivos golpes de estado, y nadie se los ha tomado en serio. Si alguien duda todavía de que la memoria tiene que ver con el presente, este es un gran momento para recapacitar.