Cuando matar a un periodista no sale gratis

Fue emocionante escuchar en Oviedo a Alma Guillermoprieto, la reportera mexicana premio Princesa de Asturias de Comunicación. Habló de la importancia de los medios, porque sin ellos el mundo viviría como en el siglo XI, ignorantes y aislados cada uno en su pueblo o su castillo… Y recordaba a tantos colegas asesinados por que a alguien no les gustaba lo que contaban. ‘Matan a uno para intimidar a todos’, advertía Guillermoprieto.

A veces, matar a un periodista no sale gratis. Miren lo que está pasando con el asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. Un asesinato brutal que al principio fue desmentido por los saudíes aunque, tras días de mentiras, han tenido que reconocer que efectivamente murió, en una pelea con 15 matones que -casualmente- estaban allí. Están todos detenidos, y veremos quién más cae para salvar como sea al príncipe Mohamed bin Salman, que llegó al poder hace un año y fue recibido como un gran reformador en el opaco, corrupto y medieval mundo saudí. Con el salvaje asesinato de este periodista incómodo ha cruzado una línea roja.

Parece que esta vez todo el dinero de Arabia Saudí, todos sus jugosas inversiones y contratos de petróleo, armas y trenes, no serán suficientes para comprar el silencio de los gobiernos amigos. Nadie quiere ir ya al llamado Davos del Desierto, esta semana en Riad. Londres, París y Berlín han firmado un comunicado muy crítico y la canciller Merkel ha ido más allá: anuncia que suspenden los contratos de armas con el reino wahabi. Hasta Trump empieza a distanciarse. ¿Y España? Además de las palabras de protesta, ¿veremos algún gesto real?