Inútiles y deslenguados

Hace mucho tiempo que este Ojo dejó de pensar en blanco y negro, que los grises, ni tanto ni tan calvo, se emparejan mejor con las edades provectas. Así que ni todos los políticos son unos mandangas, pero tampoco esos seres heroicos que sacrifican su vida, ay, por el bienestar de sus compatriotas. De todo hay en el gremio, como en el de los maestros, los futbolistas y, por supuesto, los periodistas. Así que distingamos y entresaquemos dos distinguidos ejemplares de la tribu para ponerles nombre y, por lo menos, un apellido. Joaquim Torra, el primero. Está bien eso de ser poeta y hasta editar libros, pero lo de gobernar es otra cosa. Hay que ocuparse, un asco, de los dineros, y por tanto, de las basuras, los quirófanos y otras cosas igual de vulgares. Qué bonitas las grandes fantasías, pero a usted le pagan por lo otro. Y si el oficio le parece feo, a la calle, que de esas tareas menores ya se ocupará algún ser terrenal. De segundas, Pablo Casado, incontinente pimpollo que ayer traspasó alguna que otra línea roja y conviene que alguien, aunque tan menor como este Ojo, le afee la grosera desvergüenza. Desde la oposición responsable -¿le suena de algo?- no se debe calificar a Pedro Sánchez de presidente ilegítimo. Esas son palabras mayores. Los deslenguados, a la barra del bar.