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"Todavía vivo la música como un juego"

El músico y director de orquesta Pablo Heras-Casado presenta en La Ventana su libro "A prueba de orquesta"

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Madrid

No sabemos si el taxista neoyorkino, de origen hindú, Jail Singh Chauchan, "googleará" un día su nombre en internet y localizará esta crónica, pero es el culpable de que el director de orquesta español más internacional, Pablo Heras-Casado haya escrito el libro autobiográfico "A prueba de orquesta" (Espasa) ¿Por qué? Puro surrealismo. En un viaje a Nueva York, con motivo del 125 aniversario del Carnegie Hall, el citado taxista le contó su vida en el trayecto del Aeropuerto al hotel. Cuando le preguntó a Pablo cómo era la suya, le habló del oficio de director de orquesta, del motivo de su viaje, de la importancia de la música. Cuando terminó, y tras cinco segundos de silencio, le espetó:  "Y eso ¿Para qué?

"A prueba de orquesta" de Pablo Heras-Casado

18:54

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Aquella frase resonó durante días y meses en la cabeza de Pablo Heras-Casado y "A prueba de orquesta" es la respuesta, o las respuestas en plural a muchas preguntas que derivan de ese para qué ¿Qué sentido tiene que la gente acuda a un auditorio a escuchar un concierto? ¿Por qué la gente se reúne para tocar instrumentos? ¿Qué fuerza emana de una partitura? En definitiva ¿Para qué sirve la música y por qué él entrega, como muchos, entrega la vida a ella?

Pablo Heras-Casado, que dedica el libro a sus padres, es hijo de un policía y un ama de casa de Granada que recorrían España en un 127 dependiendo del destino que le tocaba a su progenitor. No había antecedentes musicales en su familia, pero Encarnita, una profesora de piano, vio que en el niño había talento. Sus padres le compraron un piano. "Dieron un salto mortal en su vida" cuenta Pablo "para pagar un instrumento que entonces suponía muchos sueldos y muchas letras". Pero creyeron en él, aunque su relación con el piano no fue todo lo buena que deseaba. Él quería vivir la música con más libertad, su fuerte no era ejercitar dedos.

Sería la batuta la que le daría esa relación, "no explicable científicamente", con la música y el oficio de director de orquesta. Empezó desde abajo, dirigiendo coros, y a medida que iba formándose llegaron los grandes maestros y el poder dirigir a músicos. El libro relata la evolución de un niño de barrio, más de hacer caballitos con la Vespino, que de notas musicales, que termina ilusionándose por las partituras. Y no por ser humilde llega lejos, sino por actuar y aprender con humildad, que es otra cosa. Es un libro de curiosidad por un arte, de aprendizaje, de esfuerzo para hoy, a los 40 años ser uno de los pocos directores de orquesta que llena páginas de diarios como "The New York Times".

La clave, según Pablo Heras-Casado, es que "todavía vivo la música como un juego". No hay un Pablo dirigiendo desde el pódium de un auditorio o el foso de un teatro, y otro Pablo fuera del escenario. Es el mismo. El mismo que tocaba a los ocho años las teclas de aquel primer piano que le regalaron sus padres y que hoy dirigen a las grandes orquestas y filarmónicas del mundo. El músico que por la mañana enseña a su hijo de dos años el villancico "Campana sobre campana" y que por la tarde ensaya en el Teatro Real "Das Rheingold" de Wagner que se estrena el próximo 17 de enero. Y es que como contó a un público infantil el director americano Leonard Berstein, que cita Pablo en su libro, "la música está diseñada para emocionar". Y las emociones son individuales.

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