Arcadas
Más allá del dolor, y de la rabia, la muerte de Laura debería promover muchas reflexiones
Arcadas
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Laura Luelmo fue asesinada por un desconocido que identificó una víctima fácil, sin familia, sin amigos, en la profesora que acababa de llegar al pueblo. Laura salió a correr a las cuatro de la tarde, vestida con un chándal. Su asesino había abandonado la cárcel sólo dos meses antes. Más allá del dolor, y de la rabia, la muerte de Laura debería promover muchas reflexiones. En primer lugar, de quienes criminalizan a las víctimas de las agresiones sexuales porque estaban de fiesta, porque iban borrachas, porque llevaban minifalda. En segundo lugar, de quienes distinguen grados en la violencia contra las mujeres, según la relación entre la víctima y el asesino. En tercer lugar, de quienes siguen hablando de violencia doméstica o inherente al ámbito familiar. A Laura la secuestró, la violó y la mató un desconocido porque sí, porque era una mujer, porque él era más fuerte, porque podía hacerlo y lo hizo. A partir de ahí, debemos abordar un problema muy difícil, que implica a toda la sociedad y para el que no existen soluciones sencillas a corto plazo. Pero lo que no debemos tolerar, lo que resulta verdaderamente insoportable, es que Casado agite en el Congreso la prisión permanente revisable para hacer campaña electoral sobre el cadáver de Laura, que Vox se desdiga de su doctrina del yihadismo feminista para pescar votos en las redes sociales, culpando al PP y al PSOE de su muerte en un alarde de inmoralidad sin precedentes. La nueva extrema derecha española produce arcadas. A este paso, cualquier cordón sanitario se quedará demasiado corto.