John Ford, la esencia del cine clásico americano
Recordamos al director de "La diligencia" o "El hombre tranquilo" en el 125 aniversario de su nacimiento.
Madrid
De John Ford se ha dicho que ha sido el mejor director de la historia. Que nadie como él ha sabido mostrar en el cine la amistad, el amor a la tierra y a la familia, la solidaridad de los hombres y su lucha contra las adversidades. De las ciento treinta películas que rodó a lo largo de su carrera, muchas de ellas en la etapa del cine mudo, más de la mitad fueron westerns. Él estaba orgulloso de esa especialización, tanto es así que le gustaba presentarse con la siguiente frase: “Me llamo John Ford y hago películas del oeste.” Ford rodaría grandes obras maestras del género como “La diligencia” (1939), “Pasión de los fuertes” (1946) o “Centauros del desierto” (1956). Como paisaje de fondo de estas películas se veían siempre los cerros escarpados de Monument Valley. La zona pertenecía a una reserva de los indios navajos, que llamaban «gran jefe» al director, título que le convertía en el único autorizado a rodar en los lugares sagrados de la tribu.
John Ford, la esencia del cine clásico americano
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Socarrón, pendenciero, irónico... su personalidad es parte de la leyenda de Hollywood. Era un juerguista, fumaba puros y bebía como un cosaco. Con más de setenta años, en una visita a Francia, después de terminar él solo una botella de calvados, se quejó de que le había dado “un poco de dolor de cabeza”. Detrás de aquella fachada pretendidamente ruda se escondía, sin embargo, uno de los directores más poéticos que ha dado el cine y uno de los que mejor han sabido reflejar el alma humana. Hubo, además del western, unos cuantos temas recurrentes en su cine, como el amor a la tierra, la familia, la amistad o la lucha del hombre contra las adversidades. Alcanzó celebridad por su habilidad para rodar en grandes espacios, pero sus películas preferidas eran sus producciones pequeñas, aquellas, como “Qué verde era mi valle” (1941) o “El hombre tranquilo” (1952), en las que retrataba los esfuerzos cotidianos de personajes sencillos.
Durante la Segunda Guerra Mundial rodó filmes de propaganda americana. Se le acusó en su día de conservador y ultraderechista, pero lo cierto es que fue de los pocos miembros de Hollywood que se atrevieron a plantar cara a “la caza de brujas”». Algunas de sus películas, como “Las uvas de la ira” (1940), tenían, además, una gran carga de denuncia social. Se le ha atacado también diciendo que era machista y misógino, pero pocos directores han sabido retratar como él la fortaleza de la mujer.
El gran secreto de John Ford fue saber torear a Hollywood; conseguir alimentar la maquinaria industrial, pero dar a su vez a su trabajo un sello personal. Solía decir que un director de cine es como un arquitecto, que tiene que hacer casas para que la gente viva y que casi nunca tiene la oportunidad de hacer un monumento. Cuando la película le interesaba de verdad participaba en el guión y en todo el proceso de producción. Cuando no era así se limitaba a cumplir su trabajo con profesionalidad. Pero dejaba huella de su arte hasta en los “pisos de protección oficial”. John Ford representaba el paradigma del estilo clásico americano. No había en él ninguna concesión al efectismo, como si entre el espectador y lo que ocurría en la pantalla no hubiese mediado una cámara. Ganó cuatro Oscar y es el director que más veces ha recogido el premio. Por algo será.
Antonio Martínez
Lleva más de 30 años en la SER hablando de cine y de música. Primero en 'El cine de Lo que yo te diga',...