"La literatura no es una cuestión de imaginación"

Madrid

Pasa en el amor, como en otras muchas situaciones y relaciones, que la sociedad necesita ponerle nombre, etiquetas y concepciones a experiencias puramente subjetivas de las que muchos no son ni partícipes. Cara de pan, la última novela de Sara Mesa hace justamente lo contrario.

En ella, destapa todas esas convenciones sociales a través de la relación que inician en un parque, Casi, una adolescente de casi 14 años y un señor mayor, un “viejo” que la supera en cuatro décadas. Una relación íntima entre un adolescente y un adulto, en la que se vislumbra el descontento de ambas personas con la sociedad, el sistema y con lo que debe ser usual para su edad. Mesa desdibuja sobre el papel a dos personajes "en apariencia disímiles por circunstancias externas, pero anímicamente muy parecidos", precisamente para desterrar mitos preconcebidos, y propone al lector una lectura que evite caer en "prejuicios, que pueden ser dañinos, simplificadores y epidérmicos".

Cicatriz, Cuatro por cuatro, Mala letra, son algunos de los títulos que le han situado como una de las escritoras contemporáneas de nuestra época, con una voz propia que incomoda. "La escritura por definición debería ser incómoda", reflexiona durante la entrevista con Macarena Berlín. En ellas, la autora siempre plasma su preocupación por "esa dinámica de relaciones dictatoriales de un grupo y cómo el peso de éste termina sometiendo o moldeando al individuo".

Mesa empuña la pluma para sacar al lector de su zona de confort y se planta ante esa incomodidad propia frente a la hoja en blanco. "Si uno escribe a partir de su propia certeza, el texto resultante es un poco un artificio sin ninguna función. Cuando uno pone contra las cuerdas al lector es porque previamente se ha puesto a sí mism", sentencia.

Mujer y escritora, dice ver su estilo más reflejado en un tipo de literatura "hasta ahora más oculta que quizás no cumple con las expectativas", y alejado de una literatura "más consumista o de bestseller". Entre la temática de su obra literaria hace una exposición de los conflictos inherentes a la infancia y adolescencia, "dentro de nosotros todavía, o por lo menos dentro de mí, vive una niña que sigue sin entender cosas y a que a veces se siente fuera de lugar". De acuerdo con Ana María Matute en que la infancia no se acaba nunca, matiza: " hay ciertos conflictos que van a seguir en nosotros", ya que "somos lo que somos gracias a los niños que fuimos".

Naturalidad ante todo es lo que encontrará el lector en cada página de esta novela, "prefiero equivocarme de manera intuitiva que hacerlo de manera premeditada y artificial. No creo que la literatura sea una cuestión de imaginación". Rotunda, afirma, "si tengo que pensar un argumento sobre el que escribir, malo".

La literata, además, ha demostrado su habilidad en la crónica personal con Silencio administrativo. Un libro que pone de relieve el entramado burocrático y administrativo, repleto de "supuestas prestaciones inexistentes, con trabas inverosímiles y humillantes", a las que tiene que enfrentarse cualquier persona que vive en la calle. Esta incursión a una especie de laberinto "kafkiano" le hizo concluir que el sistema administrativo de ayudas "obedece a una lógica interna que alimenta una falsa creencia en la población".  Un problema que “ésta fuera de la agenda política" y que ahora forma parte de la recopilación de cuadernos de Anagrama donde cuenta relatos con "una función de lectura y actualidad, y una voluntad de acción y no sólo de especulación".

A la manera en que Albert Einstein en su día dijo "es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio", Sara Mesa propone una obra que converge con el pensamiento del reconocido científico para acercarse a la lectura “de la manera más desprejuiciada posible, siendo naturales al leer: lee y deja que la cosa fluya dentro de tí”, finaliza.