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Amantes esporádicos, que no caducos

Existe una magnífica sensación de que lo que pasó estuvo bien, que repetirías, sabiendo todo lo que sabes, después de tantos años...

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Madrid

Los amantes van y vienen. Aparecen en un momento determinado, revolucionan tu vida y desaparecen. Se van. Te acostumbras a que sea así. Lo puedes manejar con ese principio y ese final que nunca es extinto. Rellenan en tu presente lo que en un futuro puedas recordar como un magnífico pasado. Horadan en tu corazón, apenas nada, para dejar detalles que puedas recordar así pasen los años. Existe una magnífica sensación de que lo que pasó estuvo bien. Que repetirías, sabiendo todo lo que sabes, después de tantos años. No siempre las aventuras esporádicas se olvidan, porque no todos los amantes pasan de puntillas por tu vida. Ni siquiera los que se van y desaparecen para siempre jamás.

Tuve un amante que viajó 6.430 kilómetros buscándome entre el incienso y el olor a ámbar. Después de aquello, me van a perdonar, pero resultó muy difícil sacarlo de mi cabeza. Por mucho que nuestra relación, durante décadas, se basara en hacernos los encontradizos en cualquier rincón en el que nos escondiéramos.

No salen de tu cabeza los amantes fortuitos ni los anónimos siquiera. Puede que sean amantes esporádicos, que no caducos. Basta con que den en la tecla exacta de tu alma para que ya no los olvides en la vida.

¡Ni ganas! Bastante espacio ocupan los que te destrozaron el corazón, como para que ahora, tan mayores, olvidemos a esos amantes que sembraron nuestra vida aunque salieran huyendo de ella…

 
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