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Más maricas que fascistas

El editorial de Celia Blanco en 'Contigo dentro'

Getty Images

Madrid

El sexo, siempre entra en política. A mí, personalmente, es un tema que me fascina. Reconozco haberme interesado por algún que otro político, más allá de por que me gustara, o no, el partido que representara. La excitación tiene que ver con el poder. Y el poder excita porque nos gusta navegar a galopadas, más que a trotecito de circo. Dicen que te sientes poderosa cuando el que te lo come es uno de esos que estampa firmas. Dicen que follarse a una de las que levantan la ceja en sus discursos en la Asamblea es creerte el rey del mambo. Y me lo creo. Si alguno tuvo el privilegio de codearse entre sábanas poderosas y le viene bien, sin citar nombres, agradeceré que nos cuente cuánto poder da el sexo y cuánto sexo tiene el poder.

También se desvirtúa, no crean. Qué pintaban si no las banderas del arcoiris en aquella reunión de señores poderosos que no dejan de meterse en nuestras camas. No para follarnos, sino para controlar con quién lo hacemos. A todos los que se reunieron, les venía mucho mejor que no nos hubiéramos salido del tiesto. Sobre todo a los poderosos de verdad. Pero les salimos de los colores del arcoiris, y aquello no cuadraba. No sé si se dieron cuenta, pero había una bandera idéntica a la bandera transexual. Y poderosos de los que quieren sacar a las personas transexuales de la seguridad social, no vaya el estado a pagar sus tratamientos.

Según datos de la Delegación de Gobierno, la reunión de poderosos con acólitos de ese poder, reunió a 45.000 personas. No está mal. Y según la misma fuente, el último Orgullo de Madrid, en ese mismo lugar, congregó a 170.000.

¡Qué bueno que haya más maricas que fascistas!

 
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