El día a día del reo

Madrid

La vida cotidiana del reo en el juicio al “procés” no es coser y cantar. Se levanta a las seis de la mañana. Sale de la celda tres cuartos de hora más tarde. Desayuna. Le transportan a Madrid desde la cárcel cercana. Empieza la vista a las diez y asiste y escucha, quieto, en sillones que parecen muy verticales.

Con suerte saluda a la familia medio minuto. Las declaraciones duran hasta las seis de la tarde, como poco. Dispone de una pausa para comer, unas dos horas. No tiene mucho tiempo para estudiar sus notas, los papeles que le pasa su abogado, quizá una novela negra. Está en tensión máxima, sobre todo si tiene que declarar hoy mismo.

Los tiempos se acortarán en las próximas jornadas. El presidente de la Sala quiere garantizar un juicio sin dilaciones, porque una vista demasiado prolongada implica una injusticia desde la perspectiva del Tribunal de Estrasburgo. Esto se contradice con el deseo de las defensas, de prepararse bien, y con calma, otro de los requisitos europeos para un juicio justo.

Detrás de las togas, los artículos, los informes, los vaivenes políticos y las aspiraciones utópicas hay seres humanos que lo pasan mal. Varios han sido elegidos como diputados. Solo por eso, porque representan algo más que a sí mismos, merecen un trato cuidadoso. Aunque se equivocasen de medio a medio.