La bandera
Sobre el terreno de juego son ya muy visibles dos bandos: de un lado, camiseta rojiamarillas, a listas anchas; del otro, camisetas rojiamarillas a listas estrechas
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Madrid
Se decía que el discurso de una cierta derecha ha sido una máquina de fabricar independentistas. Y ahora los “indepes” devuelven la pelota. El procés ha sido una máquina de resucitar nacionalistas españoles.
Durante cuatro décadas vivimos convencidos de que el nacionalismo español había muerto junto al dictador en una sala de un hospital madrileño. La creencia aún pervive en gente como ese gran escritor que, rodeado de cientos de banderas españolas, proclama que el nacionalismo es una de las peores pestes de la humanidad.
Pero cada vez resulta más difícil ignorar a líderes políticos que defienden cosas como que España es un hecho moral. Tal vez por eso el sintagma nacionalismo español empieza a ser aceptado en el discurso cotidiano.
Sobre el terreno de juego son ya muy visibles dos bandos: de un lado, camiseta rojiamarillas, a listas anchas; del otro, camisetas rojiamarillas a listas estrechas. Será una competición a ver quién la tiene más grande. La bandera, claro.