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Sufrir un terremoto y que eso no sea lo peor

El 11 de marzo de 2011 Japón sufrió un fuerte seísmo, pero lo peor vino el día 12, cuando la central nuclear de Fukushima comenzó a venirse abajo

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Japón es probablemente el país del mundo donde los terremotos son más abundantes. Por suerte para ellos, se trata también de uno de los países mas organizados del planeta. Tienen un sistema de alerta global que está conectado a una red de más de mil sismómetros que avisa a los teléfonos móviles de que va a haber un terremoto, mientras para los trenes y les da a todos los habitantes afectados unos segundos cruciales para prepararse.

En el año 2011, esto no fue suficiente. El 11 de marzo, el terremoto de Tohoku, de magnitud 9.0, afectó especialmente la costa oeste de la isla. Tratándose del terremoto de mayor magnitud que ha afectado la isla en más de un siglo, los daños fueron astronómicos, agravados por el tsunami que siguió a los temblores. Sin embargo, lo peor estaba aun por llegar. Pese a todos los sistemas de prevención de los japoneses, el tsunami afectó los sistemas de refrigeración de la central nuclear de Fukushima, causando que los reactores se calentaran sin control.

A partir del día 12 de marzo, empezaron a explotar. Pese a los intentos del gobierno por controlar la situación, la radiación empezó a extenderse por la zona. Más de 47.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares a toda prisa. El nivel de radiación y la zona afectada lo sitúan como el peor accidente nuclear desde el de Chernóbil, en lo que ahora es Ucrania. La zona de exclusión demarcada por el gobierno japonés se calcula que estará en cuarentena durante décadas. Los daños al océano y a la naturaleza circundante son incalculables e irreparables.

En fin, espero no haberos arruinado el martes.

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