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RAMÓN LOBO

Ramón Lobo: "Las palabras son la primera bala"

El escritor lleva casi 40 años dedicado al periodismo. Su último trabajo rescata el oficio que le ha acompañado durante toda su vida, corresponsal de conflictos

Ramón Lobo junto a Macarena Berlín. / BREZO CRIADO SANTOS

Madrid

Su profesión le acompaña como su sombra. Ramón Lobo lleva casi 40 años dedicado al periodismo y durante 20 ha sido testigo de los conflictos, crueldad y muerte que estos producen en todo el mundo. Presenta su último trabajo, El día que murió Kapuscinski, a Macarena Berlín, con quien señala la importancia de ampliar miradas pues "conociendo al otro te informas y es mucho más difícil que crezca el odio o el miedo".

Ramón Lobo: "Es fundamental ser un vehículo de las emociones de los demás"

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Su primer conflicto fue Argentina, durante la dictadura. A ese primer bautismo le siguieron Bosnia y Kosovo, Afganistán o Irak, entre otros muchos. En la novela habla de la inmortalidad del corresponsal y, aplicado a su vida, confiesa que a día de hoy le gustaría cubrir el conflicto sirio. José Saramago dijo de él que "tiene la superior cualidad de colocar cada palabra, en su exacta medida expresiva, sin retórica ni deslizamientos sensacionalistas, al servicio de lo que ve, oye y siente".

El periodista se considera afortunado y se ilustra a sí mismo como un "paracaidista", como una persona enviada a un conflicto en el que aterriza y en el que ha de entender al momento todo lo que sucede. "Yo estoy entrenado en entender muy rápido y tratar de explicar las cosas lo mejor posible".

La emoción es algo que lleva dentro, pero admite que cuando escribe no cuenta la suya propia, si no la de los demás. Su último trabajo rescata el oficio que le ha acompañado durante gran parte de su vida, el de corresponsal de conflicto.

Los protagonistas de la novela son Roberto Mayo un periodista de 50 años y Tobias Hope fotógrafo, "personajes que tienen vida propia", asegura Lobo. Así, la novela arranca con estos dos reporteros en una avioneta aterrizando en Mogadiscio el mismo día que fallece uno de los mejores reporteros del siglo XX: Kapuscinski. La muerte de este simboliza el fin de una manera de entender y vivir el periodismo. Ramón Lobo considera que los corresponsales de hoy en día tienen una gran vocación y que el momento que se vive en la actualidad, en cuanto a la falta de recursos, es transitorio y añade: "Tenemos que saber adaptarnos a esto".

Las páginas de El día que murió Kapuchinski están tintadas de la experiencia de su autor. Ramón Lobo rescata los conflictos mundiales que cerraron el siglo XX y también los que están abiertos en el siglo XXI. Dice el autor que lo que tenemos ahora es la continuidad pues "los políticos no entienden que, a veces, pequeñas decisiones tienen efecto dentro de 20 años".

Lobo es claro. Su principal objetivo es transmitir la emoción de los demás, pese a que lleva colgada la suya propia. "Las palabras son la primera bala", asegura. Narrar la guerra entraña un trabajo minucioso y complicado. "Es fundamental ser un vehículo de las emociones de los demás". Cree el escritor que esa es la mejor manera de conectar con la audiencia ya que "si tú le dices al lector lo que tiene que sentir o pensar se produce rechazo". Lo que Lobo trata con sus trabajos es "dejar una salida para que el lector llegue a pensar distinto a como estás pensando tú".

Dice Ramón Lobo que es una persona positiva porque cree que es muy afortunado, y finaliza: "Tengo el privilegio de decir en cualquier momento, si me muero, que esto ha merecido la pena".

 
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