Natalia de Molina: "La verdadera enfermedad de nuestro tiempo es la falta de empatía y amor"
La actriz presenta en el Festival de Málaga '522. Un gato, un chino y mi padre', la historia dirigida por Paco Baños sobre una chica con agorafobia que tiene que salir de su zona de confort para enfrentar su pasado
Málaga
Hay en Natalia de Molina algo especial. Su timidez y ternura en el trato contrastan con su versatilidad interpretativa. Se transforma delante de la cámara. Con dos premios Goya en los últimos cinco años, la actriz combina papeles con realizadores destacados e incursiones valientes en cintas más independientes. En los últimos meses, ha trabajado con Carlos Vermut en ‘Quién te cantará’ con esa hija cani y macarra, con Isabel Coixet en ‘Elisa y Marcela’ como parte de una de las primeras parejas conocidas de lesbianas, y como mujer del futuro presidente de Andalucía en la ópera prima de Jota Linares en ‘Animales sin collar’. Ahora rueda un thriller con Paco Cabezas en su vuelta a Sevilla.
En el marco del Festival de Málaga, ha presentado ‘522. Un gato, un chino y mi padre’, la peculiar historia de una joven con agorafobia -temor obsesivo a salir del hogar- que se ve obligada a salir de su zona de confort y enfrentar sus limitaciones mentales para confrontar su pasado familiar. Es la segunda película de Paco Baños, que debutó hace cinco años con ‘Ali’. El realizador sevillano plantea una especie de road movie de aventuras, dice que con cierto realismo mágico, en esta búsqueda de identidad de la joven en una escapada a Portugal. La actriz aguanta todo el peso de la cinta, a través de su mirada nerviosa y obsesiva en primeros planos, para retratar el viaje físico y emocional de la protagonista.
¿Por qué ha sido tu trabajo más duro como actriz?
Ha sido hacer un mortal tras otro, a nivel técnico ha sido súper complicado. Había rodado películas con la cámara muy cerca como ‘Techo y comida’ y ‘Animales sin collar’, donde tenía muchos primeros planos, pero nunca con la óptica que ha usado Paco Baños para contar al personaje de George. Me impedía tener contacto con mis compañeros, tenía siempre que escucharlos pero mirar a un puntito que colocaban alrededor del objetivo. Ha sido casi hacer una película de ciencia ficción porque me tenía que imaginar todo. Era muy estresante todo, me generaba muchas inseguridades como actriz, pero he sacado algo como el personaje, que todos tenemos nuestra zona de confort, nuestro perímetro, y de repente, romper con eso y otras realidades. Yo he sentido que he crecido mucho como actriz después de esta película.
¿Qué te atraía del personaje?
La complejidad que tenía, todo lo que esconde. Me gustan los personajes que no quieren gustar, que son, en cierta manera, antisociales, antipáticos o extravagantes, me apetecía en adentrarme en eso. Había muchas cosas que conectaban conmigo. Yo soy súper tímida y eso, a veces, me ha generado problemas a la hora de relacionarme con la gene y con el mundo. Cuando leí el guion, había algo que entendía aunque ella está llevada al límite. Ella tiene un problema bastante serio de agorafobia, pero había cosas que me conectaban y me apetecía explorar.
¿Te tuviste que poner a investigar sobre la agorafobia?
Me puse a leer, a ver documentales, a hablar con psicólogos… Es una enfermedad. Pero cuando hablé con Paco y vio que había investigado tanto, le dio cierto susto. La película no es realista, con un drama, es un road movie con un toque muy mágico, muy de cuento. Había que tener cuidado con el tono. Pero sí me ayudó a nivel físico para entender cómo es la gente que tiene problemas, los TOC como el del personaje.
El tema principal de la película es la memoria y el pasado y lo difícil que es romper con lo que hemos sido, lo que nos ha hecho personas…
La identidad, las mochilas que cargamos que no nos dejan avanzar, las limitaciones mentales y emocionales que nos ponemos, el intentar negar u obviar tu esencia, quién eres o de dónde vienes. Al final estamos aquí para ser felices. Es un viaje de autodescubrimiento personal de esta chica, que creo que en el fondo puede conectar con mucha gente.
Tu versatilidad como actriz hace que interpretes una fobia y antes una filia -en ‘Kiki, el amor se hace’-, ¿cómo decides en qué proyecto te embarcas? Tu filmografía es variada, este año has trabajado con Isabel Coixet, con Carlos Vermut y en la ópera prima de Jota Linares…
Lo que hago es dejarme llevar por mi intuición. Lo que hago es siempre porque siento que quiero estar, formar parte, y no me importa quién esté detrás dirigiendo ni cuánto presupuesto haya en la película, sino que haya un motor en el corazón. Es intuitivo.
¿Cuándo te llega el guion y lees el personaje?
Sí, claro, eso es lo primero, luego me interesa saber quién hay detrás para ver qué visión a a darle. Hay mucho que tiene que ver con una cuestión instintiva y de superarme a mí misma, de ser valiente y no quedarme en un sitio cómodo. Probarme e ir rompiendo también con cualquier etiqueta que se me pueda poner.
¿En televisión no te han ofrecido nada? Eres una actriz que acaba en todas las temporadas de premios…
Hice una participación en ‘La catedral del Mar’, he probado cosas pero todavía no ha llegado algo que me llame. Se están haciendo cosas interesantes, series muy chulas, hay ahora mismo una puerta abierta muy interesante, muy cinematográfica. Son series de mucha calidad pero no me ha llegado nada. También es un compromiso muy grande. Cuando ruedas una serie, son como seis meses metida en un proyecto que te impide hacer otras cosas. El día que haga una serie quiero que sea algo que de verdad me motive muchísimo y lo sienta de dentro para quedarme tranquila de si me llega un proyecto, no tener que decir ‘no puedo hacerlo’ porque estoy haciendo esto.
Si le queremos sacar poso social a la película, es interesante la idea de la soledad, de refugiarse por uno u otro motivo, de aislamiento, que podemos conectar ahora con el mundo digital, ¿vivimos en dos mundos?
Es algo que cada vez percibido que se está acrecentando. Vivimos en un mundo donde parece que estamos muy conectados, pero en realidad todos estamos muy solos. Cuando hablas en profundidad con otra persona más seriamente, te das cuenta de que todo el mundo se siente muy solo, de que hay mucha falta de cariño en general. Es algo que me preocupa sinceramente. No sé si viene dado por las redes sociales, que a veces promueven un tipo de vida más superficial, más basada en la imagen que en algo más profundo y al final estamos todos como niños solitos buscando que alguien nos quiera. Por eso me gusta esta película, aunque sea un personaje muy extremo y excéntrico, hay muchas cosas que pueden conectar, en mayor o menor medida, con cualquiera. También me gusta hacer películas como ‘Elisa o Marcela’, que promueven el amor. Ahora mismo, en el siglo en el que estamos, la verdadera enfermedad es la falta de empatía, la falta de amor. Hay mucho odio y posturas que se basan en ese odio están ganando más protagonismo. La rabia se está asentando entre la gente, hace falta volver quizá a ese mensaje más hippie, de mirar y escuchar al otro, de respetarse y quererse.
En esa necesidad de amor y de visibilizar muchas cosas, ¿cómo has vivido este 8-M? ¿Has notado un cambio en la situación de la mujer en la industria del cine?
Lo viví en Sevilla y fue muy emotivo. Tenía un poco de susto, en algunos medios se estaba llevando a un sitio que no era lo que yo quería gritar en la calle, se estaba desvirtuando. Pero, cuando fui a la calle, y no veía fin, dije: aquí hay esperanza. Estamos juntos en esto, lo único que estamos pidiendo es crear un mundo mejor, más sano y en igualdad todos. Me emociono de ver a mucha gente, hombres, mujeres, niños, mayores… gritando cosas que, para ser los tiempos en los que estamos, no deberíamos tener que seguir haciéndolo. Pero las circunstancias son las que son y hay que seguir para adelante, luchar por lo que hemos conseguido y por conquistar nuevos horizontes.
José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...