Ofenderse es libre

Madrid
En esta apropiación de las conciencias en que consiste el lento golpe de estado ultra que amanece en España aparece ahora la figura de los ofendidos, porque no les gusta una obra de teatro o porque les resulta indigerible un libro que tiene en la portada a uno de sus ídolos. Si la cultura se hubiera hecho en función de los ofendidos no habría en las estanterías ni el Quijote de Cervantes ni el Ulises de Joyce, y en el teatro no figurarían ni Beckett ni Arrabal. Ofenderse es libre. Pero no es una orden.




