¿Barbaridades pequeñitas?

Madrid

El sultanato de Brunéi castiga desde esta semana la homosexualidad y el adulterio con penas de muerte mediante el procedimiento de la lapidación. También contempla la mutilación de la mano por robo, la flagelación por aborto y la pena capital por blasfemia. La brutalidad es inmensa, pero la repercusión de la medida, a pesar de las campañas de denuncia de las organizaciones que luchan por los Derechos Humanos, ha sido del tamaño del sultanato, pequeña.

Brunéi no es el primer país ni nos tememos que será el último en la aplicación de este tipo de castigos. Diez países penan con la muerte la homosexualidad y en ochenta su práctica es ilegal. Entre ellos, socios preferentes del mundo occidental como Arabia Saudí, un país que tras el lujo y la modernidad esconde un régimen que vive en la Edad Media, lo mismo que sucede con Brunéi, y al que se aplaude cada leve paso, por dejar conducir a las mujeres, por ejemplo, mientras se le disculpa la barbarie. Algunos actores han propuesto boicotear los hoteles que el sultanato tiene por el mundo. Me temo que el efecto será el mismo que darle una aspirina a un enfermo terminal.