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Ley Electoral General

¿Qué modificaciones necesita nuestro sistema electoral?

Los distintos tamaños de las circunscripciones, las diferencias en el valor del voto entre unas y otras, una fórmula de reparto no especialmente proporcional y un Senado que no cumple sus funciones son los primeros escollos que habría que superar, según los expertos, para llevar a cambio una reforma electoral en nuestro país.

Madrid

La actual Ley electoral lleva vigente 42 años, desde 1977, y solo ha sido modificada en 2011, pese a las numerosas críticas que ha recibido desde distintas formaciones. Pablo Simón, politólogo y director de Politikon, indica que si se reforma poco es “porque quien tiene que reformarlo es quien se beneficia de él” pero reconoce que “en este contexto, en el que la volatilidad, de fragmentación, es justamente el contexto en el cual se plantean las reformas electorales: cuando hay crisis económica, y desafección, tal y como ocurrió en Italia o Japón durante los 90, los partidos abordan en serio cómo hacer reformas electorales'".

Un estudio de Transparencia Internacional de 2012, situaba el problema de nuestra democracia en que “el marco institucional prima la búsqueda de la gobernabilidad sobre la garantía de representatividad, aunque, en la práctica, eso no garantiza que los Gobiernos sean eficaces”. En este sentido, José Fernández Albertos, científico del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC señala que los sistemas electorales aspiran a estas dos cosas: la representatividad -que los representantes se parezcan lo máximo posible a la estructura de preferencias de los votantes- y la gobernabilidad -que la distribución de los partidos facilite el establecimiento de gobiernos y la aprobación de leyes-. “Nuestro sistema, si lo comparamos con otros, está un poco en el medio”, apunta.

Pablo Simón sitúa este problema en las circunstancias originales de la LOREG: "El sistema electoral español se diseñó mirando de reojo a la Segunda República, que era un sistema de listas abiertas, muy inestable, donde con pocos votos había grandes cambios y con coaliciones de muchos partidos. El miedo que tenían en 1977 era ir a un sistema muy atomizado, en el cual fueran muy inestables los gobiernos porque se sospechaba que los partidos eran formaciones todavía muy débiles, y por lo tanto, había que darles más poder. Para ello se recurrió no solo a las listas cerradas, si no a la primacía del sistema mayoritario".

Cuatro son los principales senderos de reforma según los expertos: modificación del número de escaños, del tamaño de las circunscripciones, de la fórmula de reparto o, incluso, un replanteamiento del papel del Senado.

Si evita la reforma constitucional -porque aquí sería necesaria una mayoría cualificada, es decir, 3/5 de las cámaras- los expertos coinciden en que el mejor camino sería ampliar el número de diputados a 400.

Eduardo Bayón, politólogo y editor de Debate21 señala que “se podría hacer un sistema que tuviese 400 diputados: con 350 como ahora y otros 50 a repartir entre los restos de los votos, los que coloquialmente se dice que se pierden en cada provincia.” Fernández Albertos coincide en esta idea y añade que se podría reducir el mínimo provincial a un escaño, lo que dejaría 50 diputados extra para repartir, en su mayoría en circunscripciones grandes corrigiendo el sesgo a favor de las circunscripciones pequeñas. Por su parte, Simón, señala que también sería útil reformar la fórmula de reparto –D’Hondt- por una más proporcional, como podría ser la Sainte Lagüe.

Si se considerara la reforma constitucional, los expertos coinciden en que la modificación más efectiva pasaría por una reforma del tamaño de las circunscripciones. “El principal problema del sistema está en la asimetría entre el número de votantes y de elegidos en función de la circunscripción, que en España es extremadamente alta, mucho más que en los partidos de nuestro entorno” explica Fernández Albertos. “Si queremos un sistema más proporcional, lo más importante es asumir que hay que cambiar la circunscripción: hay que moverse a un sistema donde los electores elijan en circunscripciones de 8 diputados para arriba y eso supondría, por ejemplo, cambiar la circunscripción de la provincia a la Comunidad Autónoma, lo que permitiría incluir suficientes correcciones para que el resultado fuera bastante más proporcional” indica Simón.

Fernández Albertos apunta hacia el Senado como institución a reformar. Indica que la sobrerrepresentación de los territorios pequeños es elevadísima y que su control depende de la fragmentación partidista, más que de las preferencias de los votantes. “Deberíamos aspirar al modelo alemán, donde el Senado es la cámara donde los territorios colaboran de la formación de la voluntad federal”, subraya.

 

 
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