Los peores enemigos del Imperio Bizantino
Cuando en la vida te llevas un guantazo de un amigo, te duele el doble que si te lo hubiera dado un enemigo. Algo así debieron pensar los habitantes de Constantinopla el 12 de abril de 1204
España
Constantinopla, la ciudad que ahora conocemos como Estambul, era en el siglo XIII la capital del Imperio Bizantino, que era una de las mitades en las que se había dividido el Imperio Romano a finales del siglo IV. Los bizantinos, por proximidad geográfica, llevaban unos años notando el empuje del Imperio Turco, que profesaba la religión islámica. Pese a que Bizancio se habían separado de la iglesia católica romana a mitades del siglo XI, recibieron con cierto alivio y alegría la noticia de una nueva cruzada para liberar la Tierra Santa, creyendo que esto debilitaría a los turcos.
Los peores enemigos del Imperio Bizantino
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Nada más lejos de la realidad. Los cruzados, que tenían mucho más interés en la riqueza de este mundo que en la liberación de los lugares santos, pronto desviaron sus atenciones hacia el Imperio Bizantino. Primero intentaron imponer como emperador a un pretendiente que les ofrecía una gran recompensa por sus servicios.
Cuando este fue asesinado por sus nuevos súbditos, los cruzados decidieron asediar la ciudad. En un principio, las impresionantes murallas de Constantinopla aguantaron, pero el 12 de abril los cruzados consiguieron por fin hacer un pequeño agujero en la muralla, por el que entró una avanzadilla que abrió las puertas al resto. A partir de ahí, empezó una orgía de saqueo y destrucción, con los cruzados haciendo evidente que la codicia era su verdadero dios.
El Imperio Bizantino nunca se recuperó plenamente de este golpe de lo que debían ser sus aliados contra el islam y, para acabarlo de arreglar, no serían los últimos amigos que acabarían resultando peores que el enemigo.
Así que, si tienes un amigo que te pidió prestado y no te lo devolvió nunca, tampoco te quejes mucho, que peor lo pasó Constantinopla, tal día como hoy.