Otro 8 de marzo
Ojalá, todas las mujeres que salieron ese día a la calle, vuelvan a salir a manifestarse el 28 de abril, pero esta vez con su voto en la mano
Las mujeres españolas nunca habíamos sido tan importantes. En las últimas semanas, nosotras, nuestros derechos y libertades, hemos dominado la actualidad preelectoral. Desde la obsesión de Rivera por regular la gestación subrogada -pretensión superflua, dado que la legislación española la prohibe y, por tanto, está regulada ya- hasta la última ocurrencia de Díaz Ayuso, candidata madrileña del PP, que se ofrece a dar plazas de guardería a los concebidos no nacidos, las mujeres, vivas y muertas, hemos sido objeto de toda clase de ataques. Con el derecho al aborto en peligro, como de costumbre, hemos soportado rancias alabanzas a la maternidad por parte de una derecha que no relaciona las tasas de natalidad ni con la brecha salarial ni con el acoso empresarial a las trabajadoras en edad fértil. Con los cadáveres de las últimas víctimas de la violencia machista aún calientes, tenemos que aguantar que esa misma derecha hable de violencia doméstica o intrafamiliar, negando una realidad criminal. La jueza que ha derivado a Ángel Hernández, el hombre que ayudó a su mujer a suicidarse, a un tribunal de violencia de género, ha dado un empujoncito a las tesis de Vox en el umbral de la campaña electoral. Si ella ha asumido esa responsabilidad, nosotras debemos asumir la nuestra. Ojalá el 28 de abril sea otro 8 de marzo. Ojalá, todas las mujeres que salieron ese día a la calle, vuelvan a salir a manifestarse, pero esta vez con su voto en la mano. Porque nosotras nos jugamos más que nadie en estas elecciones. Y esta derecha no se merece menos