Bibliotecas o polígonos
En una biblioteca se genera de forma instantánea una conversación en la que se implica la comunidad. Esa conversación es estímulo y hasta se convierte en motor de la vida cotidiana, en la que introduce una nueva calidad.
Madrid
«A lo mejor a un pueblo en trance de despoblación le hace más bien una biblioteca que un polígono». La frase, escuchada el otro día en esta misma emisora, tiene un autor y es de ley que antes de nada se deje constancia de su nombre: Luis Antonio Sáez, director de la Cátedra sobre Despoblación y Creatividad de la Universidad de Zaragoza. La afirmación no sólo proviene de alguien que se ha dedicado a estudiar en profundidad un fenómeno y a analizar las posibles respuestas. Encierra además una reflexión inteligente y necesaria sobre el valor y la rentabilidad social de los libros y de la cultura. No cuesta mucho convencer a un alcalde de que emprenda la urbanización de un polígono o la construcción de un polideportivo, aunque es muy probable que ni uno ni otro contribuyan a fijar población; el primero porque sin vías de comunicación no querrá venir empresa alguna, el segundo porque si algún chaval brilla con la pelota ya se encargarán de llevárselo a la gran ciudad. En una biblioteca, en cambio, se genera de forma instantánea una conversación en la que se implica la comunidad, y que con el concurso de un buen bibliotecario alcanza incluso a sus elementos menos letrados. Esa conversación es estímulo y hasta se convierte en motor de la vida cotidiana, en la que introduce una nueva calidad. A lo mejor nos hacen falta tantos bibliotecarios como ingenieros: además de construir cacharritos, tenemos, no lo olvidemos, el reto de darles sustancia a nuestros días.
"A lo mejor nos hacen falta tantos bibliotecarios como ingenieros"
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