Cómo Alexandria Ocasio-Cortez ha revolucionado la política de Estados Unidos
La joven promesa demócrata ya tiene su propia película con el documental de Netflix 'A la conquista del congreso', una oda a las emociones en política y a la lucha de las mujeres y las minorías en tiempos de Trump
Madrid
Las emociones en política también pueden ser positivas. En un mundo, plagado de hombres donde la hiperracionalidad es un valor seguro, el fenómeno que está aglutinando a la izquierda y a sectores desmovilizados de la sociedad estadounidense no duda en usar los sentimientos para hacer política. Alexandria Ocasio-Cortez ya ha hecho historia en su país, en Estados Unidos. Fue la mujer más joven en entrar en el Congreso, pero antes puso en jaque al Partido Demócrata ganando las primarias en el Bronx.
El huracán Ocasio o “la pasionaria del Bronx”, como la llama el periodista John Carlin, ya tiene su propio documental, A la conquista del congreso, dirigido por Rachel Lears y que produce Netflix. La película muestra la preparación de la campaña, casi sin dinero, centrada en los vecinos y en la clase obrera del barrio de el Bronx y Queens totalmente abandonada por el partido demócrata. A Ocasio-Cortez la vemos con su familia, una madre latina que se quedó viuda cuando Alexandria estaba en la universidad. La vemos en su mini piso, o trabajando como camarera en un bar de copas. “Por eso nos llaman clase trabajadora, porque trabajamos sin parar”, cuenta mientras agita una coctelera. “Cuando terminé la universidad debía mi crédito universitario, tenía que pagar 300 dólares al mes y, como había muerto mi padre, mi madre estaba a punto de ser desahuciada”, cuanta a cámara en el documental.
La historia de esta política, que se define abiertamente como socialista en el país neoliberal por excelencia, más o menos es conocida. Todo el mundo de la izquierda estadounidense se ha enamorado de ella. Hay perfiles por todas partes y sus broncas en el Congreso se convierten en vídeos virales en las redes sociales. Por eso, lo que marca la diferencia en este filme no es tanto su historia personal; sino el cómo se hizo. Cómo una joven latina sin dinero, ni avales, ni apoyos de lobbys, ni experiencia en comunicación política rompió la barrera. Sin duda, fue por la movilización ciudadana, aupada por la plataforma Justice Democrats and Brand New Congress. Un grupo de jóvenes y de izquierdistas del Partido Demócrata cercanos a Bernie Sanders.
La estrategia, como vemos en el documental, se centra en ir casa por casa, en ser una vecina más. En explicar los problemas y, sobre todo en escuchar. Pero hay algo más. Los discursos de Ocasio-Cortez no tienen complejos en usar las emociones y, además, usarlas de tal manera que el contrincante no pueda acusar de populismo a la candidata. "Me postulo para representar al Bronx. Soy bronxite de tercera generación. Soy latina, soy boricua, soy descendiente de los indios taínos, soy descendiente de esclavos africanos. ¡Estoy orgullosa de ser estadounidense! Pero debemos estar a la altura de esa promesa”, dice al inicio del documental.
El elevado alquiler en el barrio, la dependencia de los jóvenes de clase obrera de los créditos universitarios, el despropósito con la inmigración, la imposibilidad de tener un seguro médico -la propia candidata no lo tenía cuando llegó al congreso-, y la falta de oportunidades laborales para determinados colectivos. Todo eso centra su discurso, muy cercano al de Podemos aquí en España. “No va de demócratas ni republicanos. No es una lucha entre la derecha y la izquierda, sino entre arriba y abajo”, insiste la candidata durante una campaña de la que se enorgullecen por haberla logrado sin apoyos de empresas ni de los bancos. “Nos enfrentamos a un adversario que recibe 3 millones de dólares de Wall Street, las inmobiliarias y las compañías farmacéuticas, necesitamos reunir el valor para defender a los trabajadores”.
Todo discurso es emocional, decía el teórico ruso Bajtin. Lo son los discursos de Ocasio-Cortez, aunque no haya lágrimas. La empatía, la alegría, la indignación, la ilusión, son las cosas a las que apelan esta y otras mujeres candidatas que aparecen en el documental. Mujeres alejadas del poder que se presentaron en otros estados con peor suerte. “Para que una lo consiga tienen que intentarlo 100”. Es el caso de Paula Jean Swearengin, que denuncia la contaminación del Oeste de Virginia, donde la gente está muriendo a causa de una mala gestión de las minas de carbón. No ganó, perdió contra Joe Manchi, senador que recibió millones de dólares para su campaña de estas mismas empresas, como denuncia el documental. "Si otro país viniera aquí, volara nuestras montañas y envenenara nuestro agua, entraríamos en guerra. Pero la industria sí puede”, dice con firmeza.
El relato más emotivo es el de Amy Vilela. Concurrió por Nevada y no lo logró. Su objetivo era lograr una sanidad universal y gratuita o, al menos, evitar que nadie muriera por no tener seguro médico. Sus lágrimas cuando pierde son también lágrimas de impotencia y de pena al recordar que su hija murió desatendida en un hospital porque no pudo acreditar tener un seguro médico. Su discurso, indignado y triste, recorre el estado. Lo mismo que el de Cori Bush, que se presentó por Missouri enfadada después del asesinato del joven Michael Brown en 2014 a manos de la policía en Ferguson.
Son mujeres que no representan el ideal de belleza hegemónico. No son caucásicas, no son delgadas, no visten trajes caros. Representan, eso sí, a su comunidad. No esconden que no son las más preparadas intelectualmente, ni se deshacen de sus emociones. Las incorporan para luchar contra un sistema que no les protege. “Las emociones quedaron congeladas en el capitalismo, entendido como álter ego de la modernización”, dice Eva Illouz. Pues eso se ha roto, parecen clamar estas candidatas.
“Prepararse para las mujeres implica tomar todo tipo de decisiones. Existe un protocolo estándar sobre cómo debe vestir un hombre que quiere ostentar un cargo, pero una mujer tiene que estar muy segura de cómo debe ir”, explican en un documental que defiende que las emociones en las mujeres que se postulan para un cargo no son un lastre, sino una fuente de poder. La escena final es toda una declaración de intenciones. Las lágrimas de la ganadora, Ocasio Cortez enfrente del Capitolio, recordando a su padre.
El estado emocional de una sociedad tiene sus causas y sus consecuencias. La sociedad como sujeto capaz de emocionarse y cambiar las cosas empieza a surgir como real. Es lo que demuestra esta película que ganó el premio del público en el Festival de Sundance. Alexandria Ocasio-Cortez es ya un símbolo para muchas mujeres y jóvenes demócratas que pertenecen a minorías que están revolucionando la élite del partido demócrata y poniendo en jaque al gobierno de Trump. La pena es que Ocasio no puede presentarse a las presidenciales porque no llega a la edad mínima requerida, los 35 años.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...