Vida (y muerte) de escaparate
Madrid
El suicidio es un problema demasiado serio como para andarse con tonterías. Cada día mueren diez personas en España por este motivo, las víctimas son el doble de las que provocan los accidentes de tráfico, y además cada caso, cada historia concreta es como una bomba familiar, social… allí donde impacta. Así que resulta demasiado serio el problema -insisto- y existe aún demasiado miedo como para que cualquier noticia sobre el tema no nos conmocione, al menos a mí. Sobre todo si se trata de historias tan especiales como las que voy a contarles.
En Reino Unido han cancelado un programa de televisión, un programa de máxima audiencia, porque uno de sus participantes se ha quitado la vida. ¿Qué pasó? Pues que el hombre en cuestión se sometió a un polígrafo para demostrarle a la mujer amada que siempre le había sido fiel, pero el polígrafo le desmintió, con razón o sin razón, eso nunca lo sabremos, y él –ni corto ni perezoso- pues decidió matarse.
Y en Malasia, una chica de 16 años se ha suicidado también, en este caso tras convocar una especie de referéndum entre sus seguidores en Instagram. Se lo preguntó directamente: “¿vida o muerte?, ¿me mato o no me mato?” Casi el setenta por ciento respondió que sí, optó por la muerte y ella les hizo caso. Dicho lo cual, no sé, no se me ocurren muchas cosas ante este tipo de tragedias, más allá de la conmoción.
Si acaso una duda: ¿es posible que la exposición pública, esa vida de escaparate que nos proponen a veces tanto la tele como las redes sociales, haya podido influir? No tengo una respuesta rotunda pero sí una sospecha bastante clara. En cualquier caso, ¡qué pena!