Leer Historia
Los alumnos esquivaban cuanto podían los estudios históricos, y humanísticos en general, porque suponía invertir más horas de lectura que en otras materias
Madrid
A veces, sólo a veces, resulta instructivo asomarse a curiosear en las redes sociales. Hace unos días encontraba en Twitter una reflexión, lanzada a la red del pájaro por un tuitero norteamericano, a raíz de un artículo del New Yorker sobre la caída en los estudios históricos. Se preguntaba si buena parte de los desastres en los que se ve envuelto su país últimamente no derivan del hecho de que la gente ha dejado de leer Historia. En las respuestas a su mensaje, otros tuiteros comentaban que en las universidades los alumnos esquivaban cuanto podían los estudios históricos, y humanísticos en general, porque sacarse los créditos correspondientes suponía invertir más horas de lectura que en otras materias. Estos estudiantes iletrados son desde luego una mala noticia, aunque hay que preguntarse por qué prefieren no leer, y en particular por qué no quieren leer Historia. Con ellos han fallado, en primer lugar, los que deberían haberles enseñado a apreciar el valor y la emoción de los muchos textos históricos que, desde Heródoto o Tucídides, narran hechos apasionantes del pasado. Pero quizá también ha fallado la escritura de quienes hoy escriben la Historia, demasiado a menudo al dictado de agendas particulares que la trivializan o la convierten en un árido ejercicio de propaganda. Sin contar con una mirada profunda y de calidad al pasado, el futuro se convierte en la pista de maniobras de iluminados y embaucadores. Hay que enseñar a leer Historia y acaso tengamos que reaprender a escribirla, en el tiempo que nos ha tocado vivir.
"Hay que preguntarse por qué prefieren no leer"
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