Credenciales democráticas

Madrid

Un viejo complejo español, que incomprensiblemente se activa todavía, nos hace estar muy pendientes de lo que los demás opinan de nosotros. De nuestras credenciales democráticas, por ejemplo. Ocurrió de manera clara durante el otoño separatista catalán. Cuarenta años después de la muerte de Franco, con todos los rankings del mundo situándonos en la más absoluta normalidad y con nuestros ojos y nuestra experiencia personal para contarlo. Y la experiencia, viva todavía, de los que sufrieron en carne propia una verdadera falta de democracia. Nuestra democracia es mejorable, como todas. Y ahí están los canales para denunciar los fallos clamorosos que a veces se producen.

Viene todo esto a cuento de la decisión ayer del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que avala la decisión del Constitucional español de anular el pleno del Parlament de Cataluña en el que Puigdemont se disponía a declarar la independencia el 9 de octubre de 2017. La resolución no puede ser más clara: rechaza el recurso de los líderes independentistas porque la suspensión de aquel pleno fue, y esto es literal, " necesaria en una sociedad democrática, sobre todo para el mantenimiento de la seguridad pública, la defensa de orden, y la protección de los derechos y libertades de otros". Los otros, por si hace falta aclaraciones, son la mitad de los catalanes no independentistas. Fueron sus diputados los que pidieron el amparo del Constitucional.

En fin, el Tribunal de Estrasburgo existe para corregir los fallos nacionales. Existe para eso, luego los fallos se dan por supuesto. Pero en este caso, su primera resolución en serio sobre la crisis separatista dispara a la línea de flotación del argumento separatista y las dudas que han querido esparcir por el mundo sobre el respeto a los derechos humanos en España.

No, dice el tribunal en este caso concreto que la democracia española se defendió, defendió la Constitución y defendió a las minorías parlamentarias con la suspensión de aquel pleno del Parlament.