Objetos en forma de libro
El escritor reflexiona sobre la publicación de libros firmados por adolescentes y jóvenes
Madrid
El otro día descubrí algo que no sabía: qué es una muser. Resumiendo, es alguien que utiliza intensivamente una aplicación musical llamada musical.ly, que permite grabarse y compartir vídeos bailando o interpretando canciones y ganar así miles de seguidores, o de followers, como hay que decir para sonar realmente a la moda. He adquirido este conocimiento, tan moderno, por la vía más tradicional: un libro. O bueno, para ser más exactos, cinco, firmados por otras tantas musers adolescentes o postadolescentes, que se acumulaban el otro día a mi lado en una caseta de una feria del libro del sur. No lo puedo evitar: desde que me enseñaron a leer, hace casi medio siglo, siento una curiosidad irresistible por cualquier cosa que esté en letra impresa. Y de no resistirme a ella viene casi todo lo que sé. Ahora sé, por ejemplo, que hay libros que lo parecen pero no lo son, y que por ellos están apostando, a la desesperada, no pocos editores. Libros que son poco más que la transcripción de la charla casual de una chica simpática, sin apenas elaboración, más algunas fotos y capturas de vídeo. No voy a censurar que se impri-man, quién soy yo para atreverme a tal cosa. Está bien que todo el mundo pueda expresarse. Pero alguien debería advertir que esos objetos en forma de libro no son libros. Alguien debería publicar también a los adolescentes y postadolescen-tes, que existen y los conozco, que tienen verdadero talento para escribir.
"Alguien debería publicar a los adolescentes"
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