La pared
En la rifa de los patriotas de pulserita rojigualda, Vox gana siempre, y paga con gusto el denigrante precio de su normalización democrática
La pared
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La frase es magnífica. Siempre que me han puesto entre la espada y la pared, he escogido la espada y nunca me he arrepentido. Lo dijo Santiago Abascal, pero se ha quedado en eso, en una bella frase, porque a fuerza de recular, los suyos están rompiendo la pared.
Todavía no sabemos exactamente qué ha pasado en Madrid, porque Vox amenaza todos los días con publicar un ya célebre pacto secreto pero nunca lo hace. De momento, lo que parece es que el PP les ha engañado. Almeida pactó concejalías, se dio por entendido que eran de Gobierno, y ahora resulta que no, que son de las otras, de unas tan imprecisas como el sexo de los ángeles.
Porque dependen del Gobierno pero no son Gobierno, porque se las va a dar el PP, dice Villacís, como si ella no gobernara, como si sólo pasara por allí. Las derechas españolas se han convertido en una cuadrilla de trileros, que intentan timarse unos a otros con tres bolitas que nunca aparecen. De paso, intentan timarnos a nosotros también. Ciudadanos ha dicho que no estaba dispuesto a apoyar en Barcelona ni a un alcalde independentista ni a una populista, como si hubieran podido decidir algo con cuatro tristes concejales.
¿Que la gente ha votado a Colau, que ha votado a Maragall? Les da igual. Ellos son los guardianes de las esencias, ellos deciden quién es demócrata, quién constitucionalista, y quien no.
En la rifa de los patriotas de pulserita rojigualda, Vox gana siempre, y paga con gusto el denigrante precio de su normalización democrática, aunque las consignas vengan de París. Y así está la pared, que da pena verla.