La noche sin máscaras de Eddie Vedder
El cantante de Pearl Jam demuestra en un Palacio de Deportes entregado que el rock todavía mantiene su duende
Madrid
Todos usamos máscaras. Dependiendo del lugar, la compañía o el momento nos ponemos unas u otras. A veces anhelamos las que teníamos antaño, cuando las cosas eran más sencillas aunque mucho más intensas.
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Este sábado Eddie Vedder se presentó en Madrid sin su máscara. A pecho descubierto y sin esa banda con la que conquistó la gloria, con la que descubrió el rock a esa generación olvidada que buscaba su causa. Esos jóvenes ahora son padres que pagan casi cien euros por revivir esos recuerdos, por volver a sentir aquel pinchazo en el estómago.
Con apenas dos discos menores en solitario, Vedder compareció en Madrid con el Palacio lleno y con el escenario vacío. La última vez que lo pisó en España había otro rey, otro gobierno y no habíamos ganado ningún mundial de fútbol. El impacto de su concierto en el Mad Cool del verano pasado llenó muchas butacas con seguidores del grupo interesados en ver algo distinto por parte de Vedder. Y el de Seattle cumplió con creces.
Durante dos horas y veinte el vocalista de Pearl Jam ofreció una exhibición. Ya fuese llenando él solo el escenario, acompañado por un cuarteto de cuerda o escudado por un enorme Glen Hansard. El formato, incluso las canciones, dieron igual. Vedder consiguió convertir el frío Palacio de los Deportes en el salón de su casa para luego transformarlo en un festival descontrolado demostrando lo poco que necesita para sonar como un ejército estando apenas armado con una guitarra.
Pero este sábado Eddie olvidó su máscara en casa y durante esos coloquios íntimos habló de su hija, dedicó 'Just Breath' a su mujer por los 19 años juntos que cumplían esa misma noche, o se emocionó por la repentina muerte de Elliot Roberts, mánager de Neil Young y siempre buen consejero de Pearl Jam. Para él fue la tierna 'Man of the hour'.
Al margen de recorrer sus escasas, aunque brillantes, composiciones en solitario, Vedder propuso nuevas aproximaciones a clásicos de Pearl Jam, desatando ovaciones de un patio de butacas y unas gradas que ya estaban en pie desde el primer arañazo de guitarra.
También hubo versiones, un recuero para Tom Petty -'We belong among the wildflowers'-, una salvajada al ukelele con el 'Should I Stay or should I Go' de los Clash y una versión a su telonero, un Glen Hansard que ya había puesto al Palacio a aplaudir antes de que saliese Vedder. Con Hansard compartió 'It happens today' de REM, llevando la locura al escenario, un estado de ánimo que no se bajó de las tablas ni en a priori temas más tranquilos como 'Society' o 'Better Man'. Menos aún en himnos como 'Smile' o el 'Rockin in the free world' de Neil Young. Un cierre perfecto para una noche intensa con una estrella diferente, un tipo que regresó a un pabellón de Madrid para convertirlo en algo íntimo, donde sentirse entre amigos, pero sin renunciar a la magia y al poder de comunión colectiva del rock.