'Los muertos no mueren', los ecozombies de Jarmusch no muerden
El director norteamericano se ríe del consumismo, de Hollywood, de los jóvenes, de las redes sociales y de los ciinéfilos empedernidos y, hasta parece que se ríe de Tarantino
El Cine en la SER: 'Los muertos no mueren', los ecozombies de Jarmusch no muerden (29/06/2019)
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Madrid
Los zombies siempre han sido la metáfora perfecta para lanzar a audiencias masivas mensajes políticos sobre la decadencia de la democracia occidental. George A Romero ha sido el gran ejemplo, en películas como La noche de los muertos vivientes, donde el centro comercial era peor que cualquier zombie.
A él le homenajea y parodia -con cariño- Jim Jarmusch en Los muertos no mueren, como nos decía en el pasado festival de Cannes, donde inauguró con esta comedia en la que los muertos de un pequeño pueblo norteamericano se levantan contra los vivos bajo la atónita mirada de la policía local. “George A. Romero es nuestro Dios. Es el creador de la era posmoderna de los zombis. La noche de los muertos vivientes es la primera cinta de horror que vi de pequeño. Su papel ha sido fundamental porque ha cambiado la idea que teníamos sobre los monstruos que pasan de ser malos a amenazas sociales, y se transforman en víctimas de sí mismos, expresión de la sociedad a la que pertenecemos”.
Si para Romero el consumismo de los centros comerciales -pilar básico del neocapitalismo- era la desgracia de la sociedad invadida por zombis, para el norteamericano son las redes sociales, los móviles, los coches de alta gama y hasta las estrellas de Hollywood. Hay mucha retranca en cada cosa que propone y mucho disfrute de un director que ha reunido a viejos amigos en esta película. “Quería hablar sobre eso en la película, no solo de la fatalidad. Los seres humanos somos zombis que nos dejamos arrastrar por la sociedad consumista en un mundo en el que la destrucción de la naturaleza es imparable. La oscuridad juega un papel importante, espero que el humor también, porque sin el humor ni las bromas sería muy difícil seguir vivos como humanos”, aseguraba.
Bill Murray, que protagonizó Flores rotas, es ahora un jefe de policía sin muchas luces ni mucha valentía. Forma pareja con Adam Driver, un joven agente poco espabilado. Driver también sabe lo que es protagonizar una historia de Jarmusch, lo hizo en Patterson. Junto a ellos, una mujer policía, el personaje de Chloë Sevigny a la que ambos le hacen serios mansplaining. El resto del reparto son amigos y conocidos de Jarmusch de todas las edades y procedencias. Por ejemplo Selena Gómez, Danny Glover, Iggy Popy y Tom Waits. También el cantante country Sturgill Simpson, que compuso el tema principal de la película que juega un importante papel en el guion.
Jarmusch se ha dedicado en su carrera a romper las normas de los géneros que ha ido tocando, el western en Dead Man, el cine de samuráis en Ghost dog, o el de vampiros con Solo los muertos sobreviven, donde ya aparecía una de las protagonistas de esta historia: Tilda Swinton. El juego formal de esta película, consta de una ruptura de la cuarta pared para incluirse a sí mismo. Así tenemos las conversaciones de los dos policías: Bill Murray y Adam Driver, recalcando que están leyendo un guion y discutiendo por quién tenía el guion entero y cuál de ellos no.
Jarmusch se ríe del consumismo, de Hollywood, de los jóvenes, de las redes sociales y de los ciinéfilos empedernidos y, hasta parece que se ríe de Tarantino. Es la función del personaje de Tilda Swinton, una especie de Uma Thurman con gracia. Nacido del underground neoyorquino, el director de Ohio puede presumir de haber sido uno de los realizadores más fiel a sí mismo. Hay otro aspecto curioso de su cine que aquí tiene relevancia, el uso del paisaje urbano. Si en sus primeras películas paseaba a sus personajes por los suburbios neoyorquinos, aquí juega con adentrarnos, como turistas que pasaban por allí, en un pueblo idílico de la América profunda, donde muchos podrían votar a Trump o ser racistas supremacistas y sentarse a tomar café con un negro.
Los políticos no parecen salvar nada, más bien son una distracción y ahora lo que hacen es controlar el planeta con sus corporaciones empresariales. Ese es para mí el problema. Está en nuestras manos lo que la gente hace y que la gente sea consciente. Eso también nos responsabiliza. Por ejemplo, si todos los que estamos aquí decidiéramos boicotear a las empresas que no nos guste como actúan, podríamos cambiar cosas. Tenemos la posibilidad de hacer estas cosas, pero el tiempo pasa muy difícil. Creo mucho en la gente joven y en todo ese movimiento que se está levantando. El idílico pueblo acaba viviendo una invasión de zombis o, tal vez no, tal vez los zombies siempre han estado ahí, o son los habitantes de un pueblo que no pueden morir porque sus vicios no les dejan, o peor, los zombis somos nosotros, como reconocía hasta el propio creador.