"Ser homosexual en cualquier país de África está mal visto"
En más de 70 países de todo el mundo, la realidad del colectivo LGTBI está perseguida o penada. En once de ellos, la condena es la pena de muerte. Danielle y Raúl han conseguido huir de sus países y ahora viven en España, "ya sin tanto miedo", dicen.
Madrid
Raúl -que no se llama así pero prefiere preservar su identidad- llegó hace tres años a nuestro país, huyendo de la violencia a la que está sometido el colectivo LGTB en el suyo, El Salvador. Cuenta que nació en un pueblo pequeño, no especialmente cerca de la capital, a la que se trasladaría años más tarde. “Tuve una infancia normal, fui creciendo, estudiando... A los 10 años murió mi papá, y nos quedamos solos mi madre y yo”, recuerda Raúl, quien reconoce que fue a partir de los 14 años cuando se dio cuenta de que era diferente a otros chicos pero, asegura, no podía decir nada. “Mi madre se enteró cuando tenía 19 años y no fue la buena noticia que ella esperaba, y me echó de la casa, aunque luego recapacitó. No es un tema que tome con naturalidad, pero ya no me rechaza”, cuenta. “Cuando tuve 22 años exactamente –después de un breve paso por Estados Unidos, donde le pedían dinero a cambio de poder asilarse en el país- fue cuando decidí migrar a España. Tampoco fue tan fácil, al principio costó adaptarse, pero la diferencia con mi país es vivir un poco más abierto en todos los aspectos, emocionales y físicos, tu forma de vestir, tu forma de ser… Actualmente me encuentro en una etapa muy buena de mi vida, con altos y bajos como todo el mundo, pero muy feliz”. Huyó de El Salvador, cuenta, después de sufrir una violación pero también, y sobre todo, continuas persecuciones. Judith García, responsable de programa del área jurídica de Accem, explica que la situación de Raúl es común. Apunta que la práctica totalidad de refugiados por motivos de orientación sexual llegan después de haber sufrido elevados niveles de violencia y cuentan con numerosos traumas, no solo por la persecución institucional, sino fruto “de haber sufrido por parte de la familia también rechazo a nivel social, a nivel institucional…a unos niveles muy íntimos y personales”, indica. Apunta, además, que “son personas que bien huyen de países en que la diversidad sexual o la identidad de género está criminalizada, o de uno de los once países donde existe también la pena de muerte para este tipo de situaciones. También de países donde, si bien la orientación sexual no está en sí penalizada, sí lo está el hacer ‘propaganda’, el difundir en cierto sentido una orientación sexual. Son las llamadas leyes anti propaganda, que se da en países como Rusia”. “Y luego también huyen de países en los que, si bien no está penalizada la diversidad, sí existe una fuerte discriminación a nivel social que llegan a unos niveles de violencia muy fuertes”, concluye.
Ese es el caso de Danielle, quien desde hace ocho años vive en España bajo la condición de refugiada porque, en su país de origen, Camerún, ser homosexual también está perseguido. Su huida se alarga aún más en el tiempo porque, explica, su primer destino fue el país vecino, Congo, pero “ser homosexual en cualquier país de África está mal visto”, explica. De pequeña, nacida en el seno de una familia religiosa, apenas se atrevía a comentar su realidad. Recuerda que su madre la protegía “pero no delante del resto de la familia”. Un curandero y un internado trataron de “curarla”, pero después de una “continua persecución” decidió huir. Fue entonces cuando llegó a Congo, estableció su vida y comenzó a jugar como futbolista en un equipo femenino de primera división. Aunque allí conoció a la que hoy es su mujer, tampoco aquella etapa fue buena. “Me dieron 72 horas para salir del territorio –apunta- me habían acusado de contagiar a las chicas, decían que yo era la causante de la homosexualidad que había en ese equipo del Congo, en ese Club. Entonces me dieron 72 horas para salir. Me tuve que ir y me siguió mi mujer, que seguimos juntas hoy”. Tras pasar por varios países de Europa, han tomado España como su destino final. “Estamos bien aquí –reconoce- aquí casi no tenemos miedo”.
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Aunque no existen datos del número de refugiados LGTB que están asilados en nuestro país, porque las cifras oficiales se presentan agregadas con las de otros colectivos, Paloma Favieres, directora de Políticas y Campañas de CEAR, apunta que desde que en 2009, España reconociera a los refugiados sexuales como tales, “las solicitudes de asilo se han incrementado exponencialmente”. Sin embargo, advierte, “estas proceden principalmente de Latinoamérica” y explica que, por ejemplo, desde “Oriente Medio, que es donde se producen las peores penas”, no pueden acceder legalmente al procedimiento de protección internacional”. Esto se debe, según apunta Favieres, al hecho de que solo hay tres lugares donde un potencial refugiado puede pedir asilo: en territorio español, en los Centros de Internamiento para Extranjeros y en la frontera, ya sea aérea o terrestre. El problema se sitúa, entonces, en el momento de conseguir un visado porque, si no se consigue un visado que permita llegar, al menos, a la frontera, no habrá posibilidad de solicitar el asilo, y la población de muchos de los países de Oriente Medio tiene, la mayoría de las veces, serios problemas para conseguir un visado que les permita viajar a España.
Por eso, desde las ONG recuerdan, que la festividad que se celebra estos días en el mundo busca celebrar los derechos adquiridos en muchos países en los últimos años, pero también luchar porque estos derechos se reconozcan en aquellos países en que aún están en entredicho.