Del liberalismo al autoritarismo
Josep Ramoneda reflexiona sobre las palabras de Rivera en el Congreso General de su partido, la respuesta de Tajani a Puigdemont y Comín y la situación en el conflicto catalán
Del liberalismo al autoritarismo
01:51
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000005620557/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Barcelona
Rivera invita a sus críticos a que se vayan y formen otro partido. Se apunta así al "más vale ser pocos, pero auténticos y obedientes, que muchos pero dudosos". Una enfermedad característica del dogmatismo, de la que la izquierda sabe mucho, como, sin ir más lejos, hemos visto recientemente en Podemos. Y que casi siempre acaba mal. Pero sobre todo evidencia la conversión de Rivera del liberalismo al autoritarismo: discrepantes fuera. Aquí mando yo.
No estoy en condiciones de “tratarles como parlamentarios”, “parece que sus nombres no están en la lista de electos oficialmente comunicada al parlamento europeo por las autoridades españolas”. Con esta afinada retórica el presidente del parlamento europeo Antonio Tajani ha contestado por carta a la reiterada petición de Puigdemont y Comín para aclarar su situación parlamentaria. Más allá de las formas, lo relevante es que Tajani deja constancia de lo que todos sabemos pero no gusta reconocer. La Unión Europea no es un ente político supranacional y autónomo. Es simplemente un tratado intergubernamental. Y, por tanto, mandan los Estados.
Me preguntan si hay algún secreto, alguna clave, que pudiera encauzar el conflicto catalán. Y mi respuesta, a riesgo de parecer ingenua, es que sí: laicizarlo. Porque mientras esté en el terreno reactivo de nacionalismo contra nacionalismo no hay salida. Los tiempos vienen marcados por los choques identitarios. Evidentemente se me puede refutar el argumento por absurdo: si no hubiera un conflicto entre nacionalismos no existiría el problema. Pero oso recordar que el independentismo dio el primer salto electoral en 2003 con una campaña de Carod Rovira fundada en su laicización. Quizás si las dos partes fueran capaces de ahondar en esta vía nos entenderíamos mejor. Hablaríamos de cosas concretas, de formas de poder, y no de adhesiones inquebrantables, emociones transcendentales y patrias innegociables, que son la coartada para no reconocer los problemas en su real dimensión. Y disculpen el desvarío.