La balsa de la Medusa
No sé si a nuestros protagonistas de hoy les resultó un gran consuelo ser inmortalizados en uno de los cuadros más famosos e impactantes de la historia del arte. Supongo que para responder a esta pregunta podéis escuchar su historia y decidir si vosotros estaríais dispuestos a pasar por lo mismo para tener un lugar de honor en el Louvre
DEA / G. DAGLI ORTI (Getty Images)
España
El día 2 de julio de 1816, La Medusa, una fragata de la marina francesa, se estrelló en un banco de arena a unos sesenta kilómetros de la costa de lo que ahora es Mauritania; y todo por culpa de la incompetencia de su capitán. Unos días más tarde, 147 de los supervivientes, desesperados, se hicieron a la mar con una balsa hecha con restos de su barco naufragado. Eran los desafortunados que no habían sido seleccionados para subir a los seis botes que tenía la nave. Pasaron 13 días antes de que fuesen rescatados, pero la deshidratación y el hambre habían acabado con prácticamente todos los ocupantes de la balsa. Los 15 que quedaron vivos lo hicieron comiendo cualquier cosa que encontraron en su improvisada embarcación, incluidos los restos de sus compañeros fallecidos. No os sorprenderá que muchos de ellos perdieran en el viaje su salud mental.
La balsa de la Medusa
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Las circunstancias que los llevaron a esta situación escandalizaron a la opinión pública francesa, y entre ellos a un joven llamado Theodore Géricault, que entre 1818 y 1819 pintó el cuadro llamado “La balsa de la Medusa”. Géricault entrevistó a dos de los supervivientes y visitó depósitos de cadáveres para darle a la obra el mayor dramatismo y realismo. Cuando fue expuesto al público, el cuadro fue muy polémico, pero no tardó en ser considerado como una de las obras cumbre de la pintura romántica francesa.
No sé vosotros, pero yo prefiero el anonimato a una fama tan cara y traumática.
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