La extinción de los pingüinos
Uno de nuestros mayores logros como especie ha sido sin duda el exterminio de las otras especies que han tenido la mala suerte de compartir planeta con nosotros. La única excusa buena que podemos dar es que estamos haciendo un gran esfuerzo para acabar también con la presencia humana en la Tierra
España
Tal día como hoy, el 3 de julio de 1844, hicimos algo que repetiremos en el futuro: acabar con los pingüinos. La palabra “pingüino”, que es de las pocas que hemos recibido del gaélico, significa “cabeza blanca”, y durante siglos hacia referencia a un ave que ahora llamamos “alca gigante”. Al igual que los pingüinos que aún tenemos en el planeta, el alca gigante nadaba muy bien pero no volaba. Si esto hacía de él una presa más fácil para los humanos, otras de sus dos características tampoco resultaban muy aconsejables para convivir con los homo sapiens: ponían unos huevos muy grandes y apetecibles, y eran muy confiados. Los marineros, además, no tenían problema en consumir su carne si no había nada más a mano, pese a que diversos consumidores dejaron constancia de su sabor “repugnante”.
La extinción de los pingüinos
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La cuestión es que a finales del siglo XVI ya no quedaba ninguno en la Europa continental, y sólo había algunos ejemplares en Islandia. El hecho de que quedaran tan pocos no hizo precisamente que los humanos mostráramos nuestra cara más compasiva. Al contrario. El 3 de julio de 1844, un pescador islandés divisó a una pareja en su nido, y, sabiendo que había gente que ofrecía elevadas recompensas por el pellejo del exótico animal, los estranguló sin dudarlo y sin que ofrecieran resistencia.
No hagáis apuestas de lo que tardaremos en hacer lo mismo con lo que ahora conocemos como pingüinos.