Déficit de confianza

Esta semana ha sido un auténtico festín para los amantes del culebrón político. Ayer mismo el presidente Pedro Sánchez descartaba un Gobierno de coalición con Podemos por la mañana por la tarde, se quejaba vía Twitter de que Pablo Iglesias no quería negociar y por la noche filtraba que estaba abierto a valorar todas las opciones con los morados. De afirmar que no se fía de iglesias, a volver a la casilla de salida de la negociación en menos de 12 horas.

Se diría que entre Sánchez e iglesias, por quienes pasa sí o sí la investidura hay un cierto déficit de confianza. Ese ingrediente básico para cocinar cualquier acuerdo. Mientras, Pablo Casado y Albert Rivera disfrutan del espectáculo y se sacuden de encima su propia responsabilidad. Todos sus desvelos parecen estar puestos en lidiar con Vox en Madrid y en Murcia.

Creo que ninguno puede estar tan ciego como para no ver el hastío y el cabreo sordo de los votantes. Tras cuatro años de elecciones repetidas, mociones de censura y presupuestos prorrogados, lo último que pueden pedirles es que vuelvan, que volvamos, a las urnas en otoño. Y menos para elegir entre los mismos líderes a los que tanto les cuesta negociar