Proyecto Pepo: perros para proteger a supervivientes de violencia machista
La iniciativa de la Fundación Mariscal busca que las mujeres puedan sentirse seguras
Madrid
“Se me acercó una mujer, mirándome a los ojos rompió a llorar. Me preguntó si podía entrenar un perro para repeler las continuas agresiones de su ex pareja” Así es como comienza el Proyecto Pepo, un programa de la Fundación Mariscal que adiestra perros de protección para mujeres que han sufrido malos tratos.
Proyecto Pepo: perros para proteger a supervivientes de violencia machista
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Su creador, Ángel Mariscal, cuenta que ya hay 60 mujeres que disfrutan de uno de estos perros. Una de ellas es María. Su Pepo, que se llama Simba, acaba de llegar a su hogar, pero ya es uno más de la familia. “Es un perro super sociable, super cariñoso. Mis hijos no se pueden mover de su lado porque él en seguida está llorando y buscándolos”.
Gracias a Simba, ahora la vida de María y su familia es mucho más fácil. Se siente segura. “El otro día estuvimos en el parque hasta las doce de la noche, entrenándolo. Antes llegábamos a casa y mirábamos debajo de las camas y dentro de los armarios. Yo ahora llego a casa, el perro va delante y yo voy tranquila”, cuenta.
Antes de poder tener al perro con ellas, las usuarias deben pasar unos cursos en los que aprenden no solo a enseñar a su Pepo, sino también veterinaria o peluquería. Además, se les enseña defensa personal. “La base de todo es que cuando hagan el programa formativo que lo hagan mezclándose con vigilantes de seguridad, con personas de la calle, con adiestradores… Hay que volverlas a meter dentro de la sociedad”, expone Ángel Mariscal. Para ellas es muy beneficioso. “Lo hemos pasado tan bien que volvería a repetirlo mil veces”, dice María con ilusión.
Una de las adiestradoras que trabaja con los Pepos y sus futuras dueñas es Vanessa Montero. Para ella es muy satisfactorio ver su evolución. “Me encanta ver cómo van subiendo de ánimo, están felices, contentas”, expresa.
María demanda sistemas de seguridad más efectivos, porque el teléfono que le han proporcionado no permite una reacción rápida. “Mi agresor estaba a dos metros de mí y el Atenpro (teléfono de la cruz roja) no hizo nada”, critica. Ángel reivindica que “el perro es un complemento ideal a estos sistemas. Lo que sería increíble es que lo considerasen como un recurso para víctimas de violencia de género.”