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El calvario de Guillermina

Astrid denuncia que su madre, enferma de Alzhéimer fallecida el sábado, vivió una pesadilla al ser alimentada con una sonda durante sus últimos meses contra sus deseos

El calvario de Guillermina

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Guillermina Freniche, una mujer de 78 años enferma de Alzhéimer en estado avanzado, falleció el pasado sábado tras vivir una auténtica pesadilla porque, por orden judicial, fue alimentada con una sonda nasogástrica en contra de los deseos de su familia y de la recomendación de numerosos médicos.

Guillermina estaba en una residencia religiosa de Torremolinos donde, al ver que su estado se agravaba, dijeron que no podían dejarla morir porque su código deontológico se lo impedía. De modo que los responsables de la residencia San Carlos de Carmelitas Misioneras decidieron llevar a los tribunales a sus hijos por su negativa a forzar la alimentación de su madre a través de una sonda.

“Fue una decisión absolutamente inusual, incomprensible”, dice Astrid, la hija de Guillermina, que cree que lo que hicieron con su madre fue puro ensañamiento terapéutico en contra de los deseos de la paciente. Astrid siente que todavía “es todo muy reciente” como para pensar en exigir responsabilidades a la residencia por el daño causado a su madre.

Al final, una orden judicial obligó a la familia a aceptar que había que alimentarla con un tubo. Y, aunque recurrieron, no lograron nada. Recurrieron a la fundación Cudeca, que les asesoró, y decidieron trasladarla a su centro de cuidados paliativos. Allí, en ese centro, falleció el sábado.

“Es una práctica completamente desaconsejada en enfermos de demencia avanzada, no es normal”, denuncia Astrid. “Hemos conseguido un montón de informes médicos absolutamente asombrados de que fuera obligada a ser alimentada”.

Numerosas voces de la comunidad científica se han pronunciado en contra del uso de este tipo de sondas en pacientes como Guillermina. “No está demostrado desde el punto científico que ofrezca beneficios, no mejora el estado nutrición, no prolonga la supervivencia y tampoco mejora la calidad de vida. Incluso es capaz de producir incomodidad al enfermo a la hora de colocarla”, asegura José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, aunque aclara que no se puede generalizar, que hay que ver siempre caso por caso.

“Siempre es un acto entre los médicos y enfermeras que cuidan al paciente, sus familiares, las expectativas previas de ese paciente, no es una decisión que deba tomarse nunca vía judicial”, añade este geriatra. “No estamos abandonando al paciente, todo lo contrario. Estamos incrementando de forma muy activa el tratamiento y el cuidado en esa fase crítica que debemos pasar todos de forma natural”.

 
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