La lección de El Saler

Valencia

Buenas tardes, bona vesprada también porque hoy les hablamos desde Valencia y yo esto de las lenguas cooficiales ya sé que a alguna gente le molesta, pero precisamente por eso. Cada vez que abrimos La Ventana en un lugar donde además del castellano tienen lengua propia, pues ¿qué cuesta? Un “bona vesprada”, un “bona tarda”, un “boas tardes”, un “arratsalde on”… ¡no cuesta nada! Y es un detalle pequeño, pero que transmite mucho. Más o menos como la historia que vamos a contarles hoy.

Les hablamos desde el parador de El Saler, ubicado en pleno Parque Natural de l’Albufera, un lugar de extraordinaria belleza, pero que cuenta además con unos huéspedes muy especiales desde hace cinco años: las tortugas. A menos de quinientos metros de donde estamos ahora existe de hecho el “campamento tortuga”, que en realidad debería llamarse “paritorio tortuga” porque ayer mismo hubo cincuenta nacimientos. ¿Y saben una cosa? Hace una semana, cuando los huevos ya estaban depositados y la gota fría -eso que ahora llamamos DANA- estaba arreando de lo lindo, pues aquí hubo voluntarios que día y noche, las 24 horas, con lluvia, con viento, con las tiendas de campaña que casi volaban, estuvieron protegiendo los huevos. ¿Les parece una historia grande o pequeña? A mí me parece minúscula, pero de un simbolismo enorme. Como lo del “bona vesprada”, porque es una declaración de amor y de respeto a la naturaleza y al compromiso. Y porque las piezas pequeñas son el único modo de construir algo grande.

Este parador de El Saler es muy conocido porque aquí se concentra la selección española de fútbol, y equipos de todo el mundo. Por favor, anótense que también es un ejemplo para demostrar que la economía y el ecologismo no son conceptos antagónicos. Y que si hay ganas -pero ganas de verdad- de entenderse en las cosas importantes -y el medio ambiente es lo más importante que tenemos- pues si hay ganas, hay acuerdos.