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Daniel Sánchez Arévalo y la necesidad de volver a los orígenes

El director presenta en el Festival de San Sebastián, de la mano de Netflix, la comedia triste 'Diecisiete', una road movie animalista en Cantabria

Daniel Sanchez Arevalo presenta 'Diecisiete' en San Sebastián / Carlos R. Alvarez WireImage

Después de La gran familia española, Daniel Sánchez Arévalo ya tenía nuevo proyecto, producción, actores, la historia. Lo dejó. Necesitaba parar. En ese lapso de tiempo ha rodado cortos, anuncios y hasta quedó finalista del Planeta, y decidió esperar a encontrar otra historia. Eso ha llegado con Diecisiete, una comedia triste con la que vuelve a los orígenes. “Me gusta hacer películas bastante inclasificables, ya lo sabéis. Y esta está en la línea de Azul oscuro casi negro, aunque acaba un poquito mejor de lo que empieza. Los americanos lo llaman Sadcom, comedia triste, que no sabes si reír o llorar. Como mi admirado Alexander Payne, yo quería hacer Nebraska pero me ha salido Diecisiete. Son de estas películas que ríes, te emocionas o no te hacen gracia por momentos”, explica el director en una entrevista en la SER.

Diecisiete es una road movie en Cantabria. La historia de dos hermanos que no se llevan bien y que aprenden a sobrellevarse. Hombres que no saben expresar sus emociones. La especialidad del autor, desde su debut con el que ganó el Goya a dirección novel. Ahora que tanto se indaga en las nuevas masculinidades, su cine siempre ha sido pionero en esto. “Siempre me he sentido vinculado a la sensibilidad femenina de una manera natural. Esas capas con las que se ha vestido la masculinidad durante tantos siglos, yo no sentía que las tenía. Eso te provocaba muchas inseguridades de niño. Ya me había despojado de esto, he hecho mucho psicoanálisis. Todos mis personajes masculinos son una panda de tarados, vulnerables, sensibles, frágiles, fuertes en determinados momentos. Entiendo que esto es una constante en mis películas”, nos cuenta. 

Netflix produce esta película que podría haber competido perfectamente en la sección oficial de San Sebastián. Una historia íntima, bien interpretada, bien rodada y con un guion que funciona sin caer en la sensiblería ni en los tópicos. Su gran baza son los diálogos y los actores, dos desconocidos en el cine, como Biel Monto y Nacho Sánchez, el actor más joven en ganar un premio Max de teatro. El casting fue una decisión arriesgada que, cuenta Sánchez Arévalo, solo con Netflix fue posible. “Tomé varias decisiones muy importantes y delicadas para mí, por ejemplo, cambiar todo el equipo técnico que había trabajado conmigo en las anteriores, era una necesidad de salir de mi zona de confort y buscar nuevos retos”. Lo mismo con el equipo artístico. Ni Raúl Arévalo, ni Antonio de la Torre, ni Quim Gutiérrez, su banda, como él los define.

El paso de la adolescencia a la edad adulta era algo que le interesa al autor desde su corto Física. Con ese nuevo trabajo parece haber conectado con ello. “Tuve una adolescencia muy jodida, lo pasé muy mal, estaba muy encerrado en mí mismo porque tenía mucha ansiedad y no sabía qué me pasaba. Siempre he tenido la sensación de que me había perdido algo. Ese paso de la adolescencia a la vida adulta me apetecía abordarlo”. Pero también hay relaciones familiares, dificultad de entenderse, de darse una segunda oportunidad. “Hay algo de ese microcosmos de las relaciones entre hermanos que me llama. Sobre todo en este caso, una relación de hermanos que no existe como tal y cómo pueden acabar conectando en esa unidad familiar desestructurada”. O de cómo entendemos el éxito y el fracaso, siempre en términos económicos, nunca en el plano afectivo.

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La idea de Diecisiete la pilló, literalmente, de un recorte de prensa que su amigo, el guionista y director, David Serrano, tenía colgado en un corcho de su casa. Unas terapias con perros para niños en centros de menores sirven a Sánchez Arévalo para desarrollar todo un tratado de cómo manejar las emociones, en una sociedad que trata de eliminarlas y racionalizarlo todo. Diecisiete podría ser una película animalista por su propuesta. “Tengo tres perras y con las que me siento más a gusto que con cualquier ser humano.No hay segundas lecturas ni malos rollos. Me agobia mucho lo difícil que tenemos en el mundo ponernos de acuerdo, desde el gobierno hasta una comunidad de vecinos. Y queriendo las mismas cosas”, dice Arévalo.

También hay una defensa de la tierra, del paisaje, de la naturaleza, y hasta con las vacas. “El medio ambiente me tira mucho y creo que hay que irse para el norte. Buscábamos el clima del norte por ese tono melancólico y nos hizo sol y calor, un ejemplo de que el cambio climático está ahí”, contaba el director que ha firmado una película con unos diálogos cercanos y realistas. “Tengo buen oído para los diálogos. Yo me nutro de la vida, de las cosas, de la gente, de lo que veo, de lo que oigo. En el momento en el que dejas de observar y te sientes observado, te mueres un poquito como cineasta. He visto muchos directores a los que les ocurre y siento que es muy angustioso. Yo no he llegado a ese nivel y me permite estar en conexión con la vida, con la gente, ser muy esponja. Siempre me llevo todo a la ficción. Luego hay un trabajo con los actores. Ellos son capaces de elevar esos diálogos y llevarlos a un sitio hiperrealista”.

Quizá por esos sus gustos en la ficción van por ahí. Dice que consume documentales sobre todo, que lee biografías, que le interesa la realidad porque ahí está la mejor ficción. “En la película estaba todo el rato buscando la verdad, con los pies en la tierra, aunque sea ficción. Eso le pasa mucho a Fleabag o Back to Life. Estoy viendo Creedme en Netflix y parece casi como documental. La ficción pegada a la realidad es la que más me interesa”, nos contaba.

La película se estrenará en cines el 11 de octubre y unas semanas después estará en Netflix, plataforma con la que está muy a gusto. “La aparición de las plataformas han traído una cosa muy bonita y especial y es que le han traspasado el poder a los creadores. Entienden que tienen que contar historias y quiénes pueden hacerlo de manera particular y diferente son los creadores. Es que nos están llamando a nosotros para contar historias y te dicen que lo cuentes a tu manera y como a ti te salgas. Yo no he tenido problemas para nada, y tengo un casting de actores que no son estrellase so no podía ser si no es en Netflix”.

Pero hay algo más, no sólo para los autores, según Sánchez Arévalo, la industria vive un momento muy interesante. “Yo no recuerdo que haya tanta gente trabajando, tanta gente ocupada, tantos proyectos en marcha. Y más habiendo atravesado la crisis que nos atravesó a todos de una manera virulenta. Yo me he encontrado muchas veces que tenía un proyecto que me apetecía mucho, pero como no era una comedia, no encontraba su sitio, después de haber hecho cuatro largometrajes. Cuando piensas que tienes tu hueco en la industria, parece ser que no esté tan claro”, confesaba. Ahora toca aprender a convivir: exhibidores, cine, plataformas… “De alguna manera, hay que acoplarse y entender que todo suma”, dice

 
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