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La caída de la mujer que soñaba con Julio Iglesias y El Corte Inglés

La directora Alejandra Márquez Abella indaga en 'Las niñas bien' en el derrumbe económico y moral de las ricachonas de cuna en el México de los 80. Un retrato demoledor de la clase alta que protagoniza una imponente Ilse Salas y ganó el premio a Mejor Película Iberoamericana en el Festival de Málaga

En 'Las niñas bien' lo importante siempre es estar perfecta / VERCINE

En 'Las niñas bien' lo importante siempre es estar perfecta

Madrid

Se presume en muchas de las revistas del corazón una frivolidad, superficialidad y arrogancia de la clase alta, ensimismada en una vida de lujo y en mantener los privilegios. Sofía lee el ‘Hola’, compra vestidos en Nueva York, sueña con casarse con Julio iglesias y vivir en El Corte Inglés. Cumple el patrón imaginado. La actriz Ilse Salas da vida a este personaje en ‘Las niñas bien’, segunda película de la directora mexicana Alejandra Márquez Abella, una mirada demoledora, en forma y fondo, a la burguesía de su país.

Adaptación de la novela homónima de Guadalupe Loaeza, la realizadora despoja de humor esta historia que narra la caída de una mujer de la clase alta mexicana por la crisis financiera de los 80. Una mujer cuya profesión es ser rica, ser la mujer de y reunirse con amigas para sesiones de estética, partidos de tenis y cuchichear. Márquez Abella mete su cámara crítica en ese universo artificial para revelar todas su impostura. Cada detalle -pendientes, hombreras, collares, pies… - definen a una mujeres ancladas a un mundo paralelo, a una élite hipócrita.

No hay escapatoria en su realización, acompaña a la protagonista en su derrumbe económico, moral y social, en todo su esfuerzo por mantener las apariencias y aferrarse a una posición cuando su estatus se tambalea. Tampoco hay espacio para la sonoridad, solo para la competencia entre mujeres, especialmente contra las nuevas ricas casadas con hombres de negocios. Hay desdén, crueldad y desprecio por la intromisión en un círculo exclusivo, heredado, de cuna. ‘Las niñas bien’ abarca con una propuesta minimalista y contundente la decadencia de todo ese universo, el ostracismo social y la pobreza moral, el vacío existencial si ya no te invitan a fiestas y te rechazan la tarjeta de crédito.

¿Por qué te interesaba llevar esta historia al cine?

Fue uno de esos proyectos que uno no busca, sino que llegan a uno. Está basada en un libro que los productores de la película tenían los derechos y pensaron en mí para hacer la adaptación cinematográfica. La primera vez que hablamos me pareció una pésima idea. No tenía ganas de meterme en el mundo de la frivolidad y de las mujeres que yo siempre había entendido como superficiales y que no aportaban mucho a la vida. Fue una batalla contra mis propios prejuicios y me pareció que finalmente me daba la posibilidad de entender temas que son importantes para México, como la desigualdad social, por ejemplo, desde una óptica muy distinta de la que tenemos. Me alegro que haya recapacitado y finalmente lo entendiera como una oportunidad.

Es muy interesante el punto de vista, una sátira de la hipocresía de la clase alta, de su miseria moral, ¿cómo fue el acercamiento a este mundo para construir el discurso de la película frente al del libro con más toques de humor?

El libro se escribió en los 80 y sembró en la sociedad de aquel momento pero está escrito en una clave mucho más cómica. La tradición mexicana para tocar estos temas siempre había sido la comedia, siempre hablamos de ricos y pobres a través de la comedia. Pensé que ya estábamos un poco saturados de esa forma, que quizás era un tema para tocar con seriedad. No porque yo quisiera volverlo serio sino porque a estos personajes hay que mirarlos a los ojos y tratar de entenderlos, cuál es la motivación que tienen, por qué los poderosos se aferran al poder y perpetúan la desigualdad en países como México. También era interesante tratar las dinámicas de estas élites. Al empaparme de ese mundo, me di cuenta de que las mujeres ni siquiera están cerca del poder, ahí encontré otro camino lleno de cosas que me interesaron. Y me clavé en ver cómo las mujeres de la élite gestionan por debajo de la mesa el poder del cual carecen. Empecé a entrar en ese mundo en el que se autoproclaman niñas, porque son niñas eternamente. Fueron revelándose por capas cuestiones interesantes que afectan a las dinámicas sociales de mi país.

La comedia sirve para quitarle peso a un tema, con este enfoque también tratas cómo son mujeres que heredan ese falso poder como un derecho adquirido

Es un sálvese quien pueda y nadie va a hacer nada por ti si no eres así. Hay una cosa en la película, ver cómo las generaciones perpetúan lo que hicieron sus padres. En el personaje se intuye una madre ausente que tuvo una vida parecida a la de ella, son generaciones que son la copia de la anterior. Lo difícil, para mí el miedo era cómo hacer un personaje que quieras acompañar, que quieras estar cerca de ella, porque, claro, si todo es tan desagradable no hay vínculo con el espectador. Tampoco queríamos colocarla como un personaje que genera lástima, pero sí acompañarla. Y todo estas cosas fueron importantes para diseñar la película.

También muestras la competencia entre mujeres, no hay espacio para la sororidad en el tratamiento a las nuevas ricas

Eso forma parte del sistema patriarcal, hay una cosa como que se establece desde el principio, solo una va a tener oportunidad de sobrevivir, ser reconocida, amada o admirada, es un tema que ahora estamos tratando, llamando a la reconciliación entre las mujeres. Pero en esa época y bajo esas circunstancias, y todavía ahora en ciertos círculos, las mujeres no tienen un papel clave como independiente, se valoran siempre vinculadas a quién están casadas o a qué círculos sociales pertenecen. Cuanto más objetivada está la mujer, más siente la necesidad de ser la única y eso genera una competencia terrible con las demás. Todo está interconectado.

La dirección artística y la puesta en escena es elegante, sutil y muy inteligente con los detalles ¿cómo creas ese microcosmos con una dirección tan preciosista?

Es un pequeño universo, incluso para los mexicanos, es una colonia o un barrio muy específico en la ciudad de México en el 82. Fue muy divertido para mí, investigar la representación social de aquel año, cuál era el aura de los espacios y la gente en esa época. Me dediqué también con el director de arte a ver álbumes de fotos de familias del barrio de las Lomas para ver dónde iban de vacaciones, cómo eran sus fiestas… Yo nací justo en el 82, no tengo recuerdos de ese año, pero sí de la época de los 80, y lo que queríamos también con la fotógrafa era crear la sensación de estar en los 80 pero no hacer homenaje a esa época. Ahora que está tan de moda hacer películas de época, hay tendencia a hacer una interpretación moderna, no queríamos eso, sino estar habitando ese momento, el sentimiento de esa época.

¿Ha cambiado la situación en México con estas élites y la desigualdad?

La película ha resonado porque todo sigue super vigente. La élite ha crecido exponencialmente y la desigualdad también como consecuencia. Pero también siento que se ha vulgarizado la élite. En aquellos tiempos o incluso antes había un entendimiento de la clase y del privilegio que tenía que ver con la educación, con el arte, con el saber en general… Ahora sentimos que está más vulgarizado, superficial, menos complejo y profundo. En aquel momento la élite viajaba y miraba a Europa, la relación con España era muy importante, con Francia… con países que se admiraba. Ahora la gente de la élite mira más a EEUU, la aspiración se fue hacia el norte.

¿Y por qué ese diálogo constante con Julio Iglesias y El Corte Inglés como hilo conductor para narrar la evolución interior de la protagonista?

Como digo, una de las cosas que siguen sucediendo en América Latina, y en México sin duda, es que el tema de la conquista sigue presente y el sistema de castas que se impuso. Sigue funcionando en el inconsciente colectivo y el furor o la mirada de admiración hacia los colonizadores, hacia España, sigue siendo algo como que le daba al personaje algo de nobleza, de superioridad… Me gusta que en un mundo en el que ella es la reina máxima, nos preguntemos a qué puede aspirar, a quién puede admirar con aspiración. Eso se resumía en la figura de Julio Iglesias, la vida elegante y glamurosa de sus yates y universo, la revista Hola, El Corte Inglés con la idea de que tenía la gente de que era la tienda más maravillosa que había al otro lado del mar, donde los vestiditos para los niños eran como de infantas y de reinas. Creo que es una utilización pop de todo ese imaginario que me ha llamado mucho la atención.

¿De qué forma dialoga la película con la ’Roma’ de Cuarón?

Nos tocó coincidir en varios festivales y eventos. Es muy curioso, yo decidí irme a retratar la élite y dejando de lado a la gente que más sufría la crisis, las personas de las clases más bajas, las del servicio que siempre están invisibilizadas. Pero para mí eso era coherente con el punto de vista que quería sostener en la película y la crítica que quería hacer a esta gente. Otras películas mexicanas, como La camarista, también toca de manera similar o distinta, pero temáticamente afín, los temas de los 80 o las décadas previas. Creo que está en la cabeza de los mexicanos. Y uno tiene que hablar de lo que tiene enfrente, vienen tiempos de reflexión colectiva.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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