Una corona te podía costar la vida
El 25 de noviembre de 1741, cuando Iván VI de Rusia tenía menos de un año y medio, Isabel, la hija de Pedro I el Grande organizó un golpe de estado
Una cosa es tener un mal día a los cuarenta y cinco años, y otra muy distinta es tenerlo cuando apenas tienes uso de razón, o, como fue el caso de nuestro protagonista de hoy, cuando todavía no sabes ni caminar. Son cosas que pasan cuando naces cerca de un trono.
Iván VI de Rusia vino al mundo en agosto de 1740, y dos meses después fue proclamado emperador; vamos, que no tenía dientes, pero tenía un imperio.
Iván era el único hijo de la única sobrina de la emperatriz Ana de Rusia, que tenía un pie en la tumba y cero descendencia. Así que Iván era el varón más cercano al trono ruso que había en ese momento. La emperatriz eligió como regente a Ernst Johann von Biron, amante y consejero suyo. Pero esta decisión no fue bien recibida por los padres de Iván y los nobles, así que poco después consiguieron “convencer” a Biron de que dejase la regencia en manos de la madre de Iván y se fuera de vacaciones indefinidas a Siberia.
Tras poco más de un año, el reinado de Iván VI y su madre se derrumbó. El 25 de noviembre de 1741, cuando él tenía quince mesitos, Isabel, la hija de Pedro I el Grande -que había reinado antes que Ana de Rusia- organizó un golpe de estado.
Isabel estaba en contra de la política exterior de Ana Leopóldovna, la madre de Iván, y de sus consejeros alemanes, así que los echó a patadas. El pobre Iván pasó los siguientes veinte años encerrado en varias prisiones, lo cual perjudicó enormemente su salud mental.
Cuando Catalina la Grande subió al poder, un subteniente intentó liberarlo y devolverle el trono, pero la cosa no fue bien: para arruinarles el plan y ahorrarse problemas, los carceleros de Iván decidieron que lo mejor era asesinarlo.
Y eso hicieron. Iván tenía 23 años, y es un buen ejemplo de cómo, hace no tanto tiempo, una corona te podía costar la vida.