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Belén Funes, una nueva mirada en defensa del cine obrero

La directora debuta con una de las películas españolas del año, 'La hija de un ladrón', el retrato de una joven incapaz de relacionarse con su padre, desprovista de afectos y atravesada por la pobreza en la Barcelona periférica

Belén Funes, directora de 'La hija de un ladrón' / Miquel Benitez (WireImage)

Belén Funes, directora de 'La hija de un ladrón'

Madrid

Una joven de 22 años y madre de un bebé asiste de repente a la vuelta de su padre. Ha estado en la cárcel y ahora pretende recuperar su sitio trastocando la vida familiar. Así empieza La hija de un ladrón, una de las óperas primas del año, por su desnudez, por denunciar y visibilizar una realidad social, la de las mujeres de clase obrera, muy escasa en el cine español

La historia ha puesto en el mapa a Belén Funes (Barcelona, 1984), una directora que inicia carrera y que muestra una nueva mirada, que retrata la Barcelona excluida que cada día intenta salir adelante. Ken Loach, los Dardenne, Andrea Arnold son los referentes de Belén Funes, que ya plasmó la relación padre e hija en el corto Sara a la fuga, germen de esta cinta, producido por Isabel Coixet. La idea le vino de su trabajo en la cárcel, allí conoció a un preso con una situación similar a la de los personajes de Eduard y Greta Fernández.

Los actores son padre e hija dentro y fuera de la gran pantalla, pero todas las miradas se las lleva Greta, en un papel de madre coraje, fría y luchadora que sobrevive en los márgenes. No hay artificios en la puesta en escena ni grandes giros argumentales, con tono naturalista acompaña a este joven sin tiempo para pensarse ni herramientas para expresarse. La cámara sigue a Greta en sus rutinas y lucha diaria, limpiando suelos de fábricas, intentando conseguir la custodia de su hermano, persiguiendo a su novio, un magnífico Álex Monner, y cuidando a su bebé. Una heroína obrera que solo aspira a ser una persona normal.

¿Cómo nace todo? Porque el germen de esta película está en la cárcel

Yo me fui a trabajar a la cárcel, teníamos un proyecto con hombres privados de libertad, una película que se llamaba Frontera, yo era la script. No es que surgiera directamente allí, pero pude hablar con muchos hombres que tenían hijas que estaban fuera y que tenían situaciones como las que tiene Sara. Toda la película en realidad está hermanada con mi primer corto, que se titula Sara a la fuga, un retrato de una adolescente que se había visto obligada a vivir sin familia, a crecer sin referentes y lo que proponía la película era un salto en el tiempo para poder reflexionar sobre en qué adulta te conviertes cuando te toca crecer así.

¿Por qué te interesa la familia? El nucleo familiar como definitorio de lo que eres, en cómo te determina

Lo que me interesa de la familia es el concepto de la herencia, de cómo se heredan las cosas de padres a hijos, de cómo se pasan, como permeabilizan en generaciones y cómo te configura lo que heredas de tus padres para seguir comportándote con tus hijos de la misma forma. Ahí hay un intrincado de herencias, de lo mejor y de lo peor, que es de lo que hemos querido hablar en la película. Al final se titula La hija de un ladrón porque no puedes dejar de ser hija de quien eres. Puedes cambiar muchas cosas, te puedas cambiar íntimamente, individualmente, cambiar tu destino, pero no puedes dejar de ser hijo de quién eres y compartir la sangre.

Es muy interesante que la relación padre e hija no es de odio, sino una relación de amor frustrado, un amor que no saben materializar

Estoy totamente de acuerdo. Empezamos a escribir la película como una historia de gente que se odia y acabó siendo una historia de gente que no sabe cómo quererse. Es muy distinto, porque si no sabes cómo quererte es porque no te han enseñado, no te han dado las herramientas. En el fondo, en la película es tan importante la ternura, tanto cuando te la dan como cuando no te la dan. El personaje de Sara aprende a vivir con lo que tiene, pero sobre todo aprende a vivir con lo que no tiene y sale adelante por sí misma.

Belén Funes, una nueva mirada en defensa del cine obrero

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La protagonista está marcada por la contención y los silencios, ¿cómo se escribe un personaje tan parco en palabras y que no sabe cómo definirsse?

Hay algo que tiene que ver con Sara que es que no sabe cómo es ella misma, no se ha parado a pensarlo, no es una persona que haya reflexionado sobre lo que le ha sucedido o cómo se siente. No es una persona que tenga grandes reflexiones. Es una persona que tiene un presente muy inmediato, donde hay muchas cosas que hacer y ella es ahí donde se desenvuelve bien, en la acción. Donde no se desenvuelve bien es en la reflexión y una buena forma de explicar lo que es su anhelo es "normal". A mí me parece una buena palabra y me gusta que se defina así, porque es muy fácil entender cómo quiere ser alguien que quiere ser normal.

También hay un retrato femenino muy potente, porque Sara tiene un feminismo inconsciente, es una heroína en un entorno donde no estamos acostumbrados a verlas en el cine

A parte de una heroína es una emancipada de la hostia. Sin ella saberlo casi va a aprender a cerrar todos los capítulos que tienen que ver con hombres que la rodean, sea su novio o su padre. Es un proceso en el que ella va a aprender a estar sola y a estar bien. Los procesos, lo malo, es que no son inmediatos, uno vuelve, tiene dudas, ahí está un poco la peli. Yo quería hacer un personaje muy feminista, muy fuerte, una soldado. Nos encantaba cuando hablábamos y estábamos leyendo el guion que decíamos no es un soldado, es una soldado, que nadie la doblega, pero va a cometer equivocaciones eivdentemente porque uno no sabe qué tiene que hacer todo el rato y Sara, menos.

Una soldado atravesada por la marginalidad, ¿te interesaba poner el foco en un barrio obrero y cómo se intenta sobrevivir al desamparo social?

Los lugares donde sucede la película fueron muy especiales para mi, fue muy especial el proceso de localizaciones, es como estar en casa. Son lugares que conozco muy bien, porque he crecido fuera de la ciudad de Barcleona, de alguna forma encontrar aquellos sitios me devolvía a casa, era decir esto lo controlo, esto sé de lo que va. La gente me pregunta que por qué es fuera de Barcelona, y pienso claro, es que la idea que tenemos de Barcelona es el Paseo de Gracia, pero Barcelonas hay muchas. Barcelona es distinta. Es verdad que no lo vemos en el cine, quizá porque vende menos. Sí que he querido hacer un homenaje a todos estos espacios y sí que he querido decir que hay una parte de la sociedad que lo está teniendo difícil y que es esa clase obrera, que quizá hace unos años no estaba tan apretada como ahora, y que los márgenes cada vez son más amplios y cada vez más gente está en esos márgenes.

Decía en el Festival de San Sebastián que el hecho de que no haya banderas en esa Barcelona también es político

Bueno es que yo ni he puesto ni he quitado banderas. Simplemente he rodado los espacios como estaban. En el acontecimiento de no tener banderas también hay políticas, también es un acontecimiento político en los tiempos que corren. He querido ser lo más fiel a la realidad y, nos parezca sorprendente o no, hay una parte de la población que está en otra cosa.

La apuesta visual es muy coherente con lo que quieres contar, no hay artificios, no hay subrayados, es hiperrealista, ¿cómo se consigue eso?

Es un trabajo común, primero de intentar explicarlo y comunicarlo. Hablamos con la directora de fotografía y llegamos a la conclusión de que tenía que ser como una especie de documental y eso significaba rechazar mucho de lo que tiene que ver con lo cinematográfico. No hay ningún travelling, no hay música, solo la diegética, la que escuchan los personajes. Es renunciar a muchas cosas, pero creíamos que es lo que necesitaba la película. Intentamos que la verdad entrara mucho a las ventanas de la casa de la película. Trabajamos con mucha gente que no eran actores, esto fue increíble porque se convirtieron en guionistas de la película, nos decían como pasaban las cosas en esos espacios.

En esta etapa de tu carrera, la de tu primera película, ¿crees en ese cine obrero representado por Ken Loach y los Dardenne? ¿Cómo lo ves en una industria fagocitada por el entretenimiento? ¿Evita la gente ver un cine que le incomode?

Lo que me gusta cuando veo una película es asomarme al mundo, que ver cine sea ver el mundo y entenderlo. Y a mi las peículas que me gustan tienen este componente. Que tiene que ver un cine de entretenimiento, claro que tiene que haberlo, pero no podemos esperar que eso sea todo. Entonces, creo que la película es ciertamente exigente con el espectador, porque te pide estar atento, que rellenes una serie de huecos y que pases el rato con esta chica. Y que nos enseña algo al final de la vida. Nos enseña lo que es la lucha. Con respecto al cine obrero, de alguna forma la razón por la que hago películas es eso, creo que hay algo de la labor del cineasta que es explicar lo que pasa, a veces lo consigues y otras no.

¿Qué os dan de comer en la ESCAC? Porque sois una generación de cineastas, casi todas mujeres, que estáis mostrando otras sensibilidades, poniendo la mirada donde nadie la está poniendo, ahora que el cine vive dominado por la comedia en la taquilla, ¿cómo te ves en esa generación?

Nunca lo he sentido como una generación porque son mis amigas. Lo veo más como un grupo de colegas que nos juntamos y hacemos pelis y nos ayudamos entre nosotras. Creo que hay una serie de políticas aplicadas tanto en ESCAC, como en Pompeu Fabra -no nos olvidemos que de allí han salido grandes cineastas como Carla Simón o Clara Roquet-, que es que te están valorando como alumno, ni como hombre, ni como mujer. Esto es una poítica indispensable para que en tu cabeza no se instale la idea de que por ser mujer nunca podrás hacer una película. Si consigues esto, porque tienes las mismas oportunidades que tus compañeros hombres, se sale a la calle de otra forma. Evidentemente, el hecho de contar con una generación y con este tejido cooperativo de ayudarnos las unas a las otras, es muy reconfortante a la hora de hacer una película.

¿Cómo estás viviendo todo este proceso de la promoción? ¿Es más largo y más duro que hacer la película?

Es más duro. Lo hablaba con mi novio y decía, es que no siufrimos tanto rodándola. Es cansado, es una cosa que tiene que ver con enseñar la película. De repente la película ya no es tuya, es de la gente y es un proceso también de emancipación de tu retoño. Y ahora muy puestos ya en qué vamos a hacer ahora.

¿Cuántas veces te han dicho lo del Goya a dirección novel? ¿Cómo lo llevas?

En el fondo es como un reconocimiento, el que la gente crea que tenemos una oportunidad de estar nominados. Es un reconocimiento a todo el trabajo que hemos hecho y ahora hay que vivirlo.

 ¿Tienes algo en mente para tu próxima película? Teniendo en cuenta que la segunda película es casi más difícil...

Sobre todo si eres mujer, porque los hombres tienen carreras más solidas, pero las mujeres no. Yo siempre tengo vértigo cada vez que empiezo algo, porque soy una persona que necesita controlar la situación. Al inicio de un guion tú estás en todo menos en el control de lo que está pasando, porque está surgiendo la idea. Es un proceso muy bonito, pero también crea ansiedad, porque cuál es la película que quiero hacer ahora o qué tiene esto que me hace cosquillas en el estómago.

 
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