El arte de lo imposible
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Madrid
He de confesarles que yo tenía otra idea de lo que era la cuesta de Enero, ¿eh? Suponía un paisaje reconocible: los habituales apuros en el bolsillo, la obligación de ponerse un poco a dieta, unos días para compensar los excesos de las navidades… Pero esto de una investidura a todo trapo, a cara de perro en el Congreso; esto no es una cuesta de enero, ¡esto es directamente el Everest y sin oxígeno!
La duda es si este país será capaz de mantener un ritmo tan frenético -y tan histérico- como el que sus representantes políticos -unos más que otros, desde luego- han impuesto en este comienzo del año. La mejor noticia, la mejor sin duda, es que acaba de terminar una larga etapa de interinidad. Lo que venga ahora será complicado, difícil, discutible y nadie sabe cuánto durará, pero ya estamos en otro capítulo, hemos pasado página.
Porque no es lo mismo desgañitarse, insultar, presionar y hacer aspavientos para impedir que alguien se convierta en presidente, o hacer todas las contorsiones posibles para serlo, que cuando ese alguien ya está oficialmente en el cargo y con refrendo parlamentario, por ajustado que sea. Que es exactamente lo que ha conseguido Pedro Sánchez.
¿Qué supone eso en la práctica, a mi juicio- además de “diversión” asegurada? Digo “diversión” entre comillas, porque engrasar un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, pues ya veremos cómo resulta; luego están los múltiples aliados puntuales a los que también habrá que atender y después el zafarrancho de combate que garantizan las irritadas derechas al grito de “gobierno traidor, ilegítimo y anti-España”. O sea que aburrirnos no nos vamos a aburrir.
Pero al margen de eso: ¿qué supone tener gobierno? Pues una ventanita de luz, de oportunidad. Desde luego para el tema de Catalunya que es el problema más serio de todos. Pero también -y eso es prioritario- para la desigualdad, la precariedad y la pobreza que dividen más a los españoles que cualquier disputa patriótica.
¿Y saben una cosa? Que yo soy optimista. Si gente tan ilustre como Aristóteles o Churchill dijo aquello de que “la política es el arte de lo posible”, hoy nos toca ir un poco más allá y pensar, ¿por qué no? Que la política, al menos con este panorama, puede ser también el arte de lo imposible.