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El colegio de Moria, un milagro en la isla de Lesbos

Nicolás Castellano nos cuenta desde Moria, el mayor campo de refugiados de Europa, la historia de Zekria, el hombre que creó el colegio al que acuden diariamente más de mil niños refugiados

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Lesbos

¿Se acuerdan de Lesbos? Una isla griega cerca de la costa de Turquía que, por sus playas y paisajes, sería el destino turístico perfecto. En Lesbos, esa isla ‘paradisiaca’, está Moria, el mayor campo de refugiados de Europa donde sobreviven y malviven 20.000 personas, muchos de ellos niños. Moria es la imagen de la insuficiente, ineficaz respuesta de la Unión Europea que, cinco años después de la gran crisis migratoria, permite que haya quien todavía no pueda dar un refugio, un hogar a sus hijos.

En Moria están nuestros ojos hoy, Nicolás Castellano, que nos cuenta la situación en la que se encuentran esos miles de personas al caer la noche. “Estamos rodeados de un grupo de niños abrigados con gorros y chaquetas donados por los vecinos, que caminan, en chanclas, sobre un riachuelo de aguas fecales”, describe.

Nicolás recuerda la cifra e insiste, nunca había habido tanta gente en Moria. En total, son 20.000 personas las que se encuentran en este campo de refugiados, de los cuales el 70% son de Afganistán. Mientras los niños juegan, los mayores cortan leña para hacer hogueras y, así, protegerse del frío; “intentan pasar la vida en un sitio donde realmente están varados”, cuenta.

A pesar de que ya es de noche en Moria, hay un colegio que todavía sigue abierto. Con el frío, el agua y en medio de la basura y la pobreza, este milagro se está dando. Todo empezó hace un año cuando unos padres, desesperados, llegaron con sus hijos a Moria y se dieron cuenta de que no había escuela. Con la ayuda de otros voluntarios lograron ponerla en marcha y hoy tienen más de mil alumnos.

Nicolás nos ha contado esta historia, la historia de Zekria Farzad, un hombre de 40 años. Al llegar, vio que no había ningún proyecto educativo para sus cuatro hijos y, un mes después, él mismo se puso a dar clases en mitad del campo, entre los olivos. Primero comenzó dando clases a sus hijos y a otros niños que estaban en tiendas de campaña vecinas. Con el tiempo, hizo un equipo de 14 profesores voluntarios que, como él, son también refugiados. Para Zekria, que estudió Relaciones Internacionales y Periodismo, la educación es una de las cosas más grandes que puede tener un ser humano. “La verdadera esperanza es la que da la educación, por eso empecé a dar clases en medio de los olivos al aire libre y con la ayuda de otros refugiados levantamos esta escuela” afirma.

Entre los voluntarios lograron levantar las clases, chozas hechas de plásticos y palos. “Empezamos la primera clase sin ningún tipo de anuncio y dijimos de boca en boca que el viernes abriríamos un registro para ver si se apuntaba algún niño más. Cuando llegamos había 600 personas esperando para recibir clases, es una muestra de la importancia que le dan los padres a la educación”, nos cuenta Zekria.

Hoy son más de 1000 niños los que reciben esta educación informal en este colegio hecho en tiendas de campaña y chozas, que hoy cuenta con aula de pintura o hasta una pequeña biblioteca. Sin embargo, a pesar de lo que ha conseguido, Zekria es sincero cuando le preguntamos por su situación: “Esto no es vida, en Moria no se puede decir que estés viviendo, sino que estás sufriendo atrapado, varado, huimos de guerras de violencia y al llegar aquí estamos abandonados”.

Con nuestro compañero Nicolás Castellano está Mario Vega, director de teatro de la productora " Una hora menos" que hace ya cinco años estrenaba en el Teatro de la Abadía de Madrid 'Me llamo Suleimán', una obra de teatro centrada en la emigración entre África y España. Su próximo proyecto se llama igual que la isla, ‘Moria’: “es un proyecto de teatro inmersivo donde los espectadores se sumergen en lo que podría ser una jornada en un campamento de refugiados a través de las voces de dos mujeres refugiadas, una afgana y una iraquí”, cuenta Mario.

Mario quería contar el problema de los refugiados en Moria y “queríamos contarlo a través de dos actrices que representasen a dos personajes reales que encontrásemos aquí”, explica. Para ello, están haciendo entrevistas, recogiendo sonidos y todo tipo de material que les pueda ayudar. Sin embargo, Mario admite que “por desgracia, la realidad de Moria supera a la ficción”.

Nicolás Castellano

 
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